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José Carlos Rodríguez

Siempre contra el muro

El socialismo fue un fracaso ético porque tomaba a las personas por piezas de una gran construcción que siempre fue monstruosa. Fue un fracaso económico porque la planificación es un error y destruye los lazos sociales que nos permiten prosperar.

Veinte años hace que cayó el muro. Recuerdo aquél regocijo al ver triunfar la libertad y desmoronarse al socialismo real, al socialismo que teníamos y que era verdaderamente amenazador. Recuerdo también que al día siguiente me lancé a comprarme el ABC y me impresionó la idea que nos ofreció Federico Jiménez Losantos en su comentario liberal: va a ser que Europa es un gran país, unido por la libertad.

Los años que siguieron al derrumbe de ese muro, en los que millones de personas recobraban una libertad que jamás debieron perder, o la experimentaban por vez primera, fueron para mí, como para muchos, unos años de rearme moral, de reivindicación histórica de lo que unos cuantos –no la mayoría, por cierto–, defendíamos: la democracia, la libertad, los derechos del hombre, el capitalismo. Es decir, todo lo bueno que hemos sido capaces de darnos para vivir en sociedad. Teníamos a cualquier argumento moral defendible de nuestro lado. Cualquier argumento económico salvable, también. Y ahora la historia unía a la alegría el resarcimiento de un sentimiento de justicia.

Al igual que quienes siempre denunciaron al socialismo tuvieron razón en todo momento, veinte años después de su hundimiento histórico nos asisten las mismas razones para rechazarlo. El socialismo fue un fracaso ético porque tomaba a las personas por piezas de una gran construcción que, digámoslo claramente, siempre fue monstruosa. Fue un fracaso económico porque la planificación es un error y destruye los lazos sociales que nos permiten prosperar. Y fue un error histórico porque el socialismo no responde a una necesidad de la sociedad, y porque si gran parte de la sociedad fue arrastrada hacia él fue por la traición de los intelectuales. Sigue siendo un error y sigue mereciendo nuestra condena.

El socialismo vuelve por sus fueros y se infiltra en millones de almas gracias a sus espurias denuncias y falsas promesas. Vuelve esa abyecta tolerancia hacia el viejo totalitarismo. El anticomunismo es la decencia en política, pero la decencia está de rebajas.

Pero también vive entre nosotros un nuevo socialismo, tan viejo como el que más, tan embebido en las instituciones, en los medios, en el discurso, que apenas llama la atención. Porque hoy Europa es un país unido por la burocracia. Haciendo mención a la efeméride que hoy todos recordamos, el diario Pravda decía lo siguiente: "Veinte años después de la caída del Muro de Berlín, la Unión Europea es hoy una reencarnación de la Unión Soviética".

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