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Opresión más atentados

Si antes se gritaba en Teherán, al ser elegido Obama, "¡U ba ma!" (en persa: él con nosotros), ahora, ante las hordas de Ahmadineyad, se dice: "¡U ba unhast!" (él está con ellos). O sea, con los tiranos.

Obama criticó durante su campaña la América de pueblo que se amarga por la pérdida de empleos y "se aferra a sus armas y su religión". Es una pena que careciera de la misma agilidad de palabra tras el atentado de Fort Hood. Amargados o no, los americanos no han imitado a Nidal Hasan. No han disparado y matado a 13 compatriotas mientras gritaban Alá es grande. Si así fuera, todavía estaríamos hablando de ello.

Obama hizo un discurso insensato en El Cairo, inició negociaciones nucleares de resultado deplorable con Ahmadineyad –que se burla abiertamente de él mientras emprende una gira legitimadora en Venezuela y Brasil–, retrasó su decisión sobre Afganistán y no quiso oír hablar de Irak, lo que fue posible, porque Bush lo arregló con la ayuda de Petraeus. A cambio de eso, lo que ha cosechado es un atentado islamista –el primero en América tras el 11-S– en el centro de un cuartel. Y el estentóreo silencio de la prensa dominante, tan poco proclive a contar lo que importa.
 
Pero no sólo hay anteojeras, es que no se aprende de los errores. Al día siguiente de la matanza, Obama envió al general Casey a pedir que la diversidad del ejército americano no se convirtiera en víctima porque "sería peor (que la tragedia recién sucedida)". Con trece cadáveres de soldados aún calientes, a eso se le llama el don de la oportunidad.

Bush –que, se recordará, era malísimo– llamó guerra contra el terrorismo a la guerra contra el terrorismo, y adoptó una serie de medidas que mantuvieron durante siete años a los Estados Unidos libres de atentados. Sería una mezcla de competencia y de suerte, pero así fue. Puede ser que Obama haya añadido a la ineptitud mala suerte, pero no hay duda de que bajo su mandato se ha producido el segundo atentado islamista en suelo americano. Y ello tras afirmar que va a tolerar la opresión de unos musulmanes sobre otros.

Entretanto, para disimular el hecho de que Guantánamo tampoco se cerrará en enero de 2010, Eric Holder, el fiscal general del Estado, está haciendo apología de la negligencia en sus comparecencias en el Senado para explicar el juicio a Jaled Sheik Mohamed (JSM) y otros participantes en el 11-S. Pretende, al mismo tiempo, organizarle un juicio garantista con normas civiles americanas, aplicarle las normas militares aprobadas durante la época de Bush, condenarlo a muerte, y hacer propaganda de lo buena que es la Administración Obama. El que mucho abarca, poco aprieta. Y eso que el juicio puede ser sumario:

  • JSM, diga ser cierto que todas sus confesiones fueron obtenidas después de que le metieran la cabeza debajo del agua 183 veces.
  • Sí.
  • Muchas gracias, puede usted marcharse. Don't let the door hit you on your way out!.
Al abandonar todo afán reformista dentro del mundo musulmán y al hacer como que se judicializa la guerra contra el yihadismo, se deja a los islámicos menos radicalizados a los pies de los caballos, o sea, de los islamistas. Si a ello se añade la actitud progre condescendiente, lejos de desactivarse el resentimiento se incrementa, porque a nadie le gusta que lo tomen por imbécil. En todo caso, el resultado está a la vista: si antes se gritaba en Teherán, al ser elegido Obama, "¡U ba ma!" (en persa: él con nosotros), ahora, ante las hordas de Ahmadineyad, se dice: "¡U ba unhast!"(él está con ellos). O sea, con los tiranos.

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