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EDITORIAL

Un CNI timado y una Armada inutilizada

Sáenz de Santamaría ha estado especialmente acertada al exculpar a los militares y al señalar al "prejuicio del Gobierno al uso legal y proporcionado de la fuerza" como el principal responsable de que los piratas del Alakrana se hayan salido con la suya.

Por si ya fuera poco bochornosa la clamorosa renuencia o incompetencia del Gobierno de Zapatero para impedir, antes, durante y después del secuestro del Alakrana, que los piratas se salieran con la suya, este miércoles el diario El Mundo ha informado de que el CNI habría pagado un millón de dólares a un supuesto alto cargo del Ministerio de Defensa somalí por la liberación de los tres tripulantes que supuestamente los piratas habían bajado a tierra. Lo cierto, sin embargo, es que ninguno de los pescadores descendieron nunca del barco durante su secuestro, y que el supuesto alto cargo somalí que iba a hacer de intermediario no era tal, sino un simple timador que, una vez cobrado el dinero, desapareció dejando a nuestros agentes secretos esperando en vano la liberación de los tres marineros.

Si no fuera porque en este asunto del Alakrana el Gobierno de Zapatero se ha saltado la legalidad tanto española como la de las propias directrices de Naciones Unidas que consideran delito y censuran el pago de rescate a los secuestradores, este nuevo y esperpéntico capítulo protagonizado por el CNI nos podría evocar a un cómic de Mortadelo y Filemón. Desgraciadamente, sin embargo, no nos podemos tomar a risa el hecho de que un Gobierno de España haya incentivado, por segunda vez, los secuestros de buques españoles a través del pago a los piratas, tal y como el Ejecutivo de Zapatero ya hizo con el Playa de Bakio y ha vuelto a hacer con el Alakrana. Tampoco es para tomarse a risa el hecho de que nuestros servicios secretos hayan sido timados y, menos aun, de que nuestro Gobierno oculte unos hechos o mienta sobre ellos a los ciudadanos.

Con la noticia que ha revelado El Mundo se puede explicar una de las muchas y bochornosas descoordinaciones que se han dado en el Gobierno, como fue la que protagonizaron Moratinos y Chacon a propósito de esos tres marineros supuestamente llevados a tierra. Mientras el ministro de Exteriores, en contacto con las verdaderas autoridades somalíes, negaba el desembarco de los marineros, la ministra de Defensa, en contacto con un impostor a través del CNI, no sólo aseguraba que estaban en tierra sino que también sabía "donde estaban y que se encontraban bien".

Con estos antecedentes, no hay que extrañarse de que la comparecencia de la vicepresidenta Fernández de la Vega en el Congreso haya supuesto una tormenta política. La portavoz del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, en una esplendida intervención, ha denunciado como el secuestro se hubiera podido evitar si el Gobierno hubiera hecho caso a la petición de protección de nuestros pesqueros solicitada por el PP poco antes del apresamiento del Alakrana. También ha puesto en evidencia la descoordinación del Ejecutivo, la ilegalidad del pago del rescate como solución única y definitiva al secuestro o cómo el Gobierno fue engañado por los piratas y cómo, a su vez, el Ejecutivo trata de engañar a los españoles respecto al pago del rescate y respecto al fracaso –más bien inutilización– del operativo militar tras la entrega del dinero.

A este último respecto, Sáenz de Santamaría ha estado especialmente acertada al exculpar a los militares y al señalar al "prejuicio del Gobierno al uso legal y proporcionado de la fuerza" como el principal responsable de que los piratas se hayan salido con la suya. Y es que por mucho que las ametralladoras de los helicópteros podrían haber alcanzado perfectamente a los piratas, ¿de qué sirve cualquier operativo militar si luego hay órdenes que limitan su utilización contra los piratas para que ninguno de ellos resulte herido o muerto? Ya con ocasión del secuestro del Playa de Bakio, muchos militares denunciaron anónimamente en ABC cómo, tras el pago del rescate y la liberación de los rehenes, se les prohibió abrir fuego contra los piratas en su fuga. Ahora, por mucho que se hayan producido disparos, estos solo iban dirigidos a la proa y al motor del esquife de los piratas para evitar que estos pudieran ser alcanzados.

Con estos protocolos de actuación que desarman a la Armada y que le imponen las limitaciones al uso de la fuerza propias de una agente de tráfico, no hay que extrañarse de que, a pesar de las fragatas, los radares, las ametralladoras y los helicópteros, seis piratas hayan podido, sanos y salvos, darse a la fuga en un esquife con el botín en sus manos. No nos extrañemos tampoco de que hayan nuevos secuestros.

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