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Rehenes españoles en Mauritania

No hay que asumir de partida que el dinero resolverá la situación pues los secuestradores son asesinos consumados y hay que ser extremadamente cautos. Sus exigencias superan a veces la demanda de un rescate y pueden aspirar también a otros objetivos.

España vuelve a ser atacada en el exterior tras la lamentable experiencia del atunero Alakrana. Esta vez se trata de tres cooperantes españoles de la ONG ‘Barcelona-Acció Solidària’, secuestrados presumiblemente por terroristas de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) anoche a unos 170 kilómetros de Nuakchott.

Los secuestrados son Albert Vilalta, Alicia Gámez y Roque Pascual y los tres formaban parte de una caravana solidaria que había salido de la Ciudad Condal hacía dos semanas para dirigirse hasta Senegal y Gambia. Aparentemente su 4x4 era el coche que cerraba el convoy y los secuestradores habrían actuado rápidamente realizando algunos disparos durante su acción criminal. Con este secuestro –que eventualmente será reivindicado por AQMI a través de su nuevo instrumento de propaganda bautizado a principios del mes de octubre con el nombre de ‘Instituto de Comunicación Al Andalus’–, los terroristas yihadistas salafistas no hacen sino continuar su intensa labor que en los dos últimos años ha tenido en Mauritania uno de sus escenarios privilegiados. Moviéndose con comodidad entre este país y sus vecinos Argelia y Malí, AQMI ha secuestrado occidentales y ha atentado contra objetivos autóctonos y extranjeros en los tres países. Este secuestro se suma a la lista.

Desde que en 2003 el predecesor de AQMI, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) argelino, secuestrara a 32 turistas que entraban en el profundo sur argelino procedentes de Libia, los terroristas han descubierto tanto el filón con el que cuentan en la zona como, eventualmente, el instrumento de presión añadido que esta actividad representa para su empresa criminal. No hay que asumir de partida que el dinero resolverá la situación pues los secuestradores son asesinos consumados y hay que ser extremadamente cautos. Además, sus exigencias superan a veces la demanda de un rescate y pueden aspirar también a otros objetivos.

En julio pasado el cuarto de los rehenes europeos que habían sido secuestrados en diciembre de 2008 en las arenas del Sáhara, un británico, era asesinado por AQMI, probablemente al no aceptar el Reino Unido liberar a algunos terroristas presos, entre ellos Abu Qutada, uno de los ideólogos más abyectos del yihadismo salafista global. Por otro lado, el norte de Malí era escenario el pasado 25 de noviembre del secuestro de un ciudadano francés, en junio un ciudadano estadounidense era asesinado en Nuakchott y, entre ambas acciones, un ciudadano mauritano atentaba el 8 de agosto como suicida y sin éxito contra la embajada francesa en la capital mauritana.

Estos ejemplos, a los que ahora se une lamentablemente el secuestro de nuestros compatriotas tienen por de pronto una doble utilidad: por un lado, desdecir a quienes irresponsablemente llevan tiempo afirmando que AQMI no representa una verdadera amenaza terrorista; y, por otro lado, mostrar que España está de nuevo sometida a chantaje, esta vez por parte de un ambicioso grupo terrorista que tiene además una enfermiza fijación simbólica por nosotros. Veremos en qué acaba la cosa.

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