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EDITORIAL

Honduras levanta el vuelo

Con o sin Chávez, con o sin Obama, con o sin Moratinos, Honduras ha levantado el vuelo dejando atrás un catarro infantil que, esperemos, le haya inmunizado de por vida

Las urnas han hablado en Honduras y han dejado un nuevo Gobierno y una lección de democracia que muchos países occidentales quisieran. Las elecciones más esperadas han devuelto a la normalidad a un país sacudido por un lamentable episodio protagonizado por el ex presidente Manuel Zelaya, que trató de modificar la Constitución para afianzarse en el poder y dar comienzo a una revolución socialista inspirada en la de Venezuela. Hoy Honduras vuelve a ser una nación plenamente democrática y ha conjurado definitivamente el fantasma de la dictadura, que se cernía decidido sobre ella.

Pero la victoria del conservador Porfirio Lobo no sólo ha puesto sobre raíles a la democracia hondureña, ha devuelto la honra a Roberto Micheletti, un político vilipendiado hasta la extenuación que ha sabido estar a la altura de la difícil hora por la que pasaba su país y ha entregado pacíficamente el poder al vencedor de los comicios. El asunto se cierra totalmente y los que han quedado en evidencia han sido, por este orden, Hugo Chávez, el Gobierno español y Barack Obama.

Para el venezolano, el fin de la crisis hondureña en la que ha jugado tan chusco papel supone un varapalo que difícilmente podrá olvidar y, sobre todo, el debilitamiento de su avanzadilla centroamericana, circunscrita ya al Gobierno títere de Ortega en Nicaragua. Chávez y su revolución bolivariana han salido escaldados de Honduras. Por esa razón ahora habla de farsa electoral y se niega en redondo a reconocer los resultados. En Honduras la palabrería de Chávez retumba en el vacío. Reina la paz y la jornada electoral fue seguida masivamente. Exactamente lo contrario de lo que promovió Chávez desde la embajada de Brasil en Tegucigalpa donde se encuentra refugiado Zelaya.

El Gobierno español, encabezado por Moratinos, que apostó por la restitución de Zelaya a toda costa, ha hecho el mayor de los ridículos. Tomó partido apresuradamente y no reconoció el Gobierno constitucional de Micheletti que, lejos de ser el golpista que presumía la propaganda chavista, había sido vicepresidente de Zelaya antes de que éste se echase en los brazos de Chávez. La actitud de Moratinos ha sido mala desde el principio hasta el mismo día de las elecciones, aceptando a regañadientes el resultado y sólo después de consultarlo con Washington.

Barack Obama, por su parte, ha mostrado imperdonables signos de debilidad desde que Zeleya fue depuesto y no ha sabido responder al enésimo desafío de Chávez. Los Estados Unidos no pueden permitirse más experimentos bolivarianos en su patio trasero. Bush lo sabía, Obama parece que, puesto frente a la crudeza del mundo real, no sabe salir más que tarde del eslogan y del buenismo prefabricado con el que está encarando toda su política de Estado.

El hecho es que, con o sin Chávez, con o sin Obama, con o sin Moratinos, Honduras ha levantado el vuelo dejando atrás un catarro infantil que, esperemos, le haya inmunizado de por vida. La democracia y el pluralismo vuelven a planear sobre la república de la, esta vez más que nunca, España debería sentirse orgullosa de llamarla hermana.

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