Menú
Amando de Miguel

La Gramática es cosa de todos

Lo más divertido para don Francisco es la ambivalencia de que el adjetivo delante o detrás del sustantivo altera el significado. Ejemplo, "el pobre hombre" (= sin espíritu) y "el hombre pobre" (= sin dinero). Esa es la faceta que más me interesa.

Acaba de salir a la luz la enjundiosa Gramática de la Real Academia de la Lengua (Espasa). Espero comentarla algún día. De momento aquí seguimos con una Gramática viva, la que se forma con las aportaciones de los libertarios.

Gabriel Ter-Sakarian Arambarri, siempre tan ilustrado, me recuerda que el retruécano es un juego de palabras, pero no todos los juegos de palabras son retruécanos. Ejemplos de retruécanos clásicos: "el caso Bono, es que Bono es un caso" (Federico Jiménez Losantos), "Carlo Monte en Montecarlo" (Jardiel Poncela), "¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?" (Quevedo). La gracia está (digo yo) en que el retruécano no sea una vulgaridad sino una sutileza.

Antonio Martínez Ibáñez (Barcelona) se extraña de la nueva moda léxica que consiste en anteponer el adjetivo al nombre, quizá por influencia del inglés. Me pone como ejemplo lo de "alta gama", en lugar de "gama alta". Entiendo que, a diferencia del inglés, en español se puede jugar con el adjetivo delante o detrás del nombre, lo que a veces puede producir un sutil cambio de significado. Por ejemplo, "un buen hombre" y "un hombre bueno". Hay expresiones corrientes en que predomina el adjetivo delante. Por ejemplo, mala suerte, mal tiempo o buena vida. En esos casos la explicación no está en la influencia del inglés.

Precisamente, sobre el particular me escribe Agustín Fuentes. Recoge esta frase de Guillermo Fernández Vara, el líder extremeño al referirse al famoso Estatut de los catalanes: "Es un nuevo estatuto, pero no es un estatuto nuevo". Un retruécano.

Francisco Álvarez Álvarez sostiene que no es nada caprichosa la posición del adjetivo delante o detrás del sustantivo. Por ejemplo, los adjetivos relacionales van siempre detrás: "El vino español, la bandera francesa". Otra regla para don Francisco es que los adjetivos de estado tampoco se pueden anteponer. Ejemplos: "El perro muerto, los hombres calvos". Pero interrumpo: ¿Y "los rubios teutones"? Lo más divertido para don Francisco es la ambivalencia de que el adjetivo delante o detrás del sustantivo altera el significado. Ejemplo, "el pobre hombre" (= sin espíritu) y "el hombre pobre" (= sin dinero). Esa es la faceta que más me interesa, precisamente la de la norma caprichosa. Que es una caprichosa norma donde las haya. "Ínclitas razas ubérrimas", que dijo el de Nicaragua.

José Mª Navia-Osorio se queja de lo molestos que son los veraneantes madrileños en Asturias, siempre con el pretérito perfecto a cuestas. Para ellos no existe el "llovió" de los asturianos sino el "ha llovido". Para los gallegos y asturianos todo ocurrió en otro momento que ya no existe. Eso le parece a don José Mª una buena forma de ver la vida. Puede que tenga razón.

En Sociedad

    0
    comentarios