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José Carlos Rodríguez

Absurdos nacional sindicalistas

Madrid y Cataluña; dos situaciones paradójicas. La primera acoge una manifestación con cuatro millones de argumentos para la protesta, pero sin exigencias políticas. La segunda vive el intento de elevar a categoría política una fiesta independentista.

Hemos hecho de la paradoja nuestra norma. Y aceptamos, porque forman parte del espectáculo de los medios de comunicación, situaciones que parecen sacadas de una obra de Ionesco. O de Miguel Miura. Miren, si no, lo ocurrido este fin de semana.

Hay más de cuatro millones de parados, si desmaquillamos los datos de Trabajo, y las perspectivas para 2010 son iguales o peores. Es decir, peores, porque crecerá el número de personas y familias que lleven en paro un tiempo prolongado. Seis años lleva Zapatero en el Gobierno, lo suficiente como para que pueda presumir, con justo título, de los frutos de su política económica, a la vista de todos. Bien, pues por una vez, los sindicatos han decidido acompañar a los parados en la calle. Pero no para exigirle responsabilidades al Gobierno, sino para intentar canalizar la creciente indignación con la situación actual contra los empresarios. ¡Contra los empresarios! ¡Pero si lo que busca todo parado es, precisamente, un empresario que le ponga a trabajar! Pero la idiocia en política es libre y muy barata, la regalan partidos y sindicatos y la esparcen los medios con profusión.

Y, como prueba, lo ocurrido en 167 municipios en Cataluña. Los nacionalistas organizan varias encuestas sobre la secesión (ellos lo llaman independencia porque tienen espíritu colonial, ¡pero de colonia, no de metrópoli!). Es normal que ellos quieran darle al muestreo, que no tiene validez ni jurídica ni política ni científica, una categoría que no tiene; referéndum le llaman. Lo sorprendente es que haya medios que participen en este engaño.

Madrid y Cataluña; dos situaciones paradójicas. La primera acoge una manifestación con cuatro millones de argumentos para la protesta, pero sin exigencias políticas. La segunda vive el intento de elevar a categoría política una fiesta independentista sin validez alguna. Como si tal cosa.

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