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Agapito Maestre

Consenso ideológico o conflicto político

Por la libertad de España, señores del PP, extremen su negativa a Zapatero. O sea, hagan diáfanas para todos los españoles su negativa a firmar ese consenso-basura.

Algo parece moverse en el interior del PP. Los presidentes autonómicos del PP no se encogieron con la tiranía del consenso de Zapatero. La oposición ha hecho, por fin, de oposición. Ha elevado el conflicto a categoría política determinante para el desarrollo de la democracia. Hasta ahora, todo había sido "política" retórica, de salón y parlamento-escenario, o peor, entreguismo acomplejado y encogimiento de hombros ante los cambios legislativos terroríficos que, en los últimos seis años, ha llevado a cabo el Gobierno de Zapatero en materias de usos, costumbres y creencias.

Ya sé, ya sé, que el PP se ha opuesto unas veces con la boca chica, y otras dando gritos, a la aprobación de determinadas leyes, pero siempre lo había hecho sin convicción, o peor, con la vana esperanza de que el PSOE estaba suicidándose. Sólo bastaba con esperar. Nada de desgastarse con alternativas trabajosas e imaginativas. Era más cómodo heredar, aunque fuera escaso el botín de la herencia, que ofrecer una lucha honesta para alcanzar el poder. Por fortuna, esa dinámica se ha roto. Ojala los político-señoritos y los herederos satisfechos den paso a políticos de verdad: políticos, o mejor, ciudadanos conscientes de su circunstancia histórica, más preocupados por su nación que por su sueldo.

La negativa de los presidentes autonómicos del PP a pactar con el Gobierno un documento-basura, o sea, un acta consensuada sobre acciones anti-crisis abre una puerta a la política. Ese acto por sí solo quizá no marque el inicio de una nueva etapa política, pero, sin duda alguna, es el primer acontecimiento políticamente relevante en esta legislatura contra la propaganda socialista para desintegrar, definitivamente, el Estado-nacional y poner en su lugar un "Estado-federal" o "confederal" tan perverso como el que pretende institucionalizar el Estatuto de Cataluña. Sin duda alguna, esta negativa del PP tiene envergadura política. Esperemos que Rajoy no lo frustre ni lo oculte con su reiterativa plática, pánfila y burocrática acerca de que el PP es un "partido para ayudar".

Por fin, el PP ha puesto pie en pared para marcar las distancias entre la oposición y el Gobierno. Ya era hora. Algo es algo. Al final, por puro sentido común, el PP le ha dicho no, no y no a Zapatero. Ha abierto el conflicto en canal. Ha mostrado sus posibilidades, a saber, el acuerdo, todo acuerdo, con el PSOE es filfa. El consenso es una indignidad, un engaño tiránico, cuando pasa a ser un fin al que no le importan los medios inmorales y totalitarios que impone el propio Gobierno de Zapatero. Entre esos medios antidemocráticos contra el Estado-nacional, Zapatero ha utilizado hasta el hartazgo, por un lado, la negociación opaca, el cambalache personal y el trasiego oscuro entre los presidentes de las comunidades autónomas y el propio Gobierno de Zapatero, pero, por otro lado, el mismo Gobierno trataba de ocultar esa "bilateralidad perversa" con fotos y actos de "consenso" totalitario de todos con todos, incluso situando al Rey y a los agentes sociales como adornos de relumbrón.

Esa Conferencia de Presidentes Autonómicos en el Senado no tenía otro objetivo para Zapatero que ocultar, una vez más, la destrucción del Estado-nación que está llevando a cabo con esta especie de negociación oscura entre territorios con el Gobierno. Por eso, insisto, es menester elevar a categoría política esta negativa del PP a pactar un "acuerdo vacío" o formal que sirviese para enmascarar lo determinante: el fin del Estado-nacional. Después de haber contribuido decisivamente a la destrucción de la nación española, ahora, con la actual crisis del capitalismo, Zapatero trabaja a marchas forzadas para desintegrar el Estado-nacional, naturalmente, sirviéndose del famoso consenso "ideológico" entre los dos grandes partidos políticos.

Sin embargo, el PP ha tenido reflejos y ha dado una respuesta política, genuinamente política, porque ha parado este engaño. Ha dicho, sí, las posiciones del PP son inconciliables con las del PSOE. El PP tiene alternativa. Así las cosas, hagamos votos para que el PP no deje pasar este acontecimiento. Este partido ha parado a la bestia. Pero, como sabe cualquier aficionado al arte de la tauromaquia, la lidia requiere algo más para ser cabal. Es menester templar y mandar. Si el PP quiere de verdad contribuir a parar la destrucción del Estado-nacional, hágase cargo de que nuestra situación es muy parecida a la que en 1808 describió Gaspar Melchor de Jovellanos: "España no lidia por los Borbones ni por los Fernandos (Juan Carlos o Felipes); lidia por sus propios derechos, derechos originales, sagrados, imprescriptibles, superiores e independientes de toda familia o dinastía. España lidia por su religión, por su Constitución, por sus leyes, por sus costumbres, sus usos; en una palabra, por su libertad".

Por la libertad de España, señores del PP, extremen su negativa a Zapatero. O sea, hagan diáfanas para todos los españoles su negativa a firmar ese consenso-basura. Expliquen con contundencia los tejemanejes socialistas para acabar con el Estado-nacional. O lo hacen o serán cómplices de la tropelía.

En España

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