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Pablo Molina

El azar (también) es centralista

El franquismo inoculó su sucio veneno con tal intensidad en el pueblo catalán, que a estas alturas resultaría complicado prohibir esta tradición en un territorio cuyos habitantes celebran la lotería navideña como si fueran extremeños o murcianos.

El resultado del sorteo extraordinario de Navidad de este año es una evidencia más de que el Estado plural español con referencias asimétricas al que aspira el socialismo nacionalista es una entelequia. El pueblo más agraviado, una vez más, es Cataluña, que a pesar de jugar más lotería que ninguna otra nacioncita o comunidad autónoma española, se ha quedado con las migajas.

Montilla tendrá algo que decir al respecto si quiere seguir siendo el referente de los que aspiran a dar cumplimiento al destino manifiesto de los países catalanes, porque lo de que Madrit acumule el premio gordo, el segundo y, por si la canallada no fuera ya importante, uno de los quintos, es un ultraje centralista difícil de soportar por las naciones periféricas.

El trasvase de dinero de Cataluña hacia Madrid con motivo del sorteo es otro elemento más que, aunque voluntario, ahonda en el desequilibrio de la balanza fiscal con el resto del Estado. Es una pena que a Carod Rovira se le pasara esta circunstancia mientras redactaba el nuevo estatuto catalán, porque de haber incluido una cláusula que garantizara la devolución del dinero jugado por los catalanes en la lotería del Estado (vecino) en caso de que el premio gordo no cayera en su territorio, ahora no tendría que sufrir la humillación de ver cómo los madrileños celebran el resultado del sorteo a costa del bolsillo del honrado pueblo de Cataluña.

Y es que el franquismo inoculó su sucio veneno con tal intensidad en el pueblo catalán, que a estas alturas resultaría complicado prohibir esta tradición en un territorio cuyos habitantes celebran la lotería navideña como si fueran extremeños o murcianos , ajenos a la circunstancia de que con ese hábito contribuyen a lacerar la maltratada dignidad de Cataluña, ya de por sí suficientemente maltrecha.

El único consuelo es que, según los informativos de La Secta, con un décimo premiado no es suficiente para retirarte a vivir de las rentas, así que la mayoría de centralistas premiados van a tener que seguir currando y aportando dinero a las arcas públicas para su redistribución bilateral según manda el Estatut. Por eso yo no quiero que me toque el gordo. Con que me hagan liberado sindical me doy por satisfecho.

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