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Carmelo Jordá

Un futuro de eBooks: ¿Qué será de las editoriales?

Las editoriales verán cómo el precio del producto final no sólo cambia sino que deja de estar bajo su control como lo ha estado hasta ahora, lo cual sí puede llegar a ser un cambio sustancial que, todo hay que decirlo, probablemente favorecerá al lector.

Si hace un par de semanas hablábamos del futuro de las librerías con la llegada de los eBooks, hoy toca fijarse en las editoriales, hasta ahora las que aparentemente tenían la sartén del mercado por el mango y, en teoría, las que tendrían que liderar la conversión a digital de su inmenso fondo de contenido.

No en vano, estamos hablando de una industria que, según las estadísticas, es la segunda del mundo en su ramo, algo que probablemente no logremos en prácticamente ningún otro campo con la excepción del turismo.

Vaya por delante que hablar de industria editorial como un grupo es tan inevitable como injusto: resulta difícil comparar gigantescos conglomerados empresariales que nos venden desde novelas premiadas hasta fascículos de punto de cruz con las pequeñas empresas que se dedican a la edición de autor y a rescatar ignotos y maravillosos escritores.

Pero pese a sus diferencias, la realidad es que van a tener que enfrentarse a profundos cambios que van a hacer que su negocio, o al menos un porcentaje importante del mismo, no sea nunca más como ha sido hasta ahora y por eso tiene sentido preguntarse qué papel les quedará en ese nuevo mercado.

Creo que el principal será uno muy similar al que vienen desarrollando: encontrar contenidos de calidad y ponerlos a disposición del público tras un proceso complejo que incluye una parte industrial, una puramente editorial (trabajo de editor, vaya), otra de marketing y promoción y muchas de talento y decisión personal.

El primer cambio vendrá de que, aunque su papel siga siendo el mismo, se encontrarán a muchos más competidores que realizan labores similares: editoriales más pequeñas, firmas de nuevo cuño animadas por unos costes mucho menores e incluso intrépidos autores que se decidan a ofrecer ellos mismos y sin intermediarios su obra a los lectores. Es decir, un mercado más atomizado y también más confuso, en el que los hasta ahora bien delimitados papeles no estarán tan claros y habrá quien haga un poco de todo.

En este sentido, un aspecto en el que podría darse uno de los cambios fundamentales es en cómo se desarrolla la relación con el lector, que hasta ahora pasa por uno o dos intermediarios (el librero, el distribuidor) pero que con el libro electrónico podría ser directa entre editorial y comprador.

Parece que en el caso español no va ser así, como tampoco lo está siendo en el americano ni lo ha sido en el negocio musical. Todavía no sabemos cuáles serán las grandes referencias que, como Amazon o iTunes, canalicen y catalicen la distribución electrónica, pero sí hay nombres que resultan buenos candidatos: El Corte Inglés, la Casa del Libro, FNAC... empresas que podrían contar con amplios catálogos, que pueden tener la capacidad tecnológica y que parecen tener los recursos para emprender esa tarea, aunque hasta ahora lo hayan hecho muy tímidamente.

No obstante, si bien las grandes firmas es probable que sigan confiando en terceros para llegar a los lectores, también habrá otras más pequeñas que traten de ser ellas mismas las que pongan su catálogo al alcance del público.

Eso sí, unos y otros pueden ver cómo el precio del producto final no sólo cambia sino que deja de estar bajo su control como lo ha estado hasta ahora, lo cual sí puede llegar a ser un cambio sustancial que, todo hay que decirlo, probablemente favorecerá al lector.

Junto a todas estas dificultades en la definición del mercado, el principal reto de la industria, o mejor dicho, su principal preocupación, es la piratería, algo que parece asustarles tanto que les hace tomar una serie de decisiones no demasiado razonables y que acaban favoreciendo, precisamente, a los que prefieren no pagar: retraso en la puesta a disposición de los lectores de un catálogo razonable de eBooks, imposición de productos con DRM, creación de precios artificiales... todo trampas para el consumidor "legal" que se ve así cada vez más tentado por el "mercado ilegal".

La respuesta a la pregunta que nos hacíamos unos párrafos más arriba es que a través de todos estos cambios, de estos retos y de estos errores, la industria editorial sobrevivirá, pero tendrá que adaptarse a un mercado en el que no sólo es probable que crezca la competencia sino que, sobre todo, irá perdiendo parte de la centralidad y el control que ahora tiene, en algunos casos a favor del lector, en otros de los autores y en otros, simplemente, se diluirá.

Tendrá más difícil imponer sus reglas, pero eso no quiere decir que no vaya a hacer dinero: si asumen la profundidad de esos cambios y en lugar de enfrentarse a ellos los abordan con imaginación, editar libros electrónicos será tan rentable o más que editar libros de papel.

Si por el contrario no asumen los cambios y tratan de frenarlos, el tsunamí se los llevará por delante, porque no es posible frenar el cambio tecnológico: ni lo fue en los telares, ni lo ha sido en los CDs ni lo será para esos maravillosos objetos que llamamos libros.

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