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Gabriel Moris

Pericia pendiente

Los trabajos se desarrollaron inicialmente en un buen ambiente de colaboración, hasta que al comenzar los análisis de los restos de muestras procedentes de los focos, apareció un componente que no correspondía a la Goma 2 ECO, el famoso dinitrotolueno.

Deseo fervientemente dar por agotado el 11-M en todos sus aspectos, pero ni afectiva, ni policial, ni procesal, ni política, ni socialmente, creo que podamos dar por resueltas todas las implicaciones que un atentado de esa magnitud produjo en mí personalmente y en el todo país después de aquella masacre. Hoy quiero esbozar un aspecto que no por haber sido tratado en el juicio de la Casa de Campo, se pueda considerar agotado, máxime cuando durante estos días se enjuicia la responsabilidad civil de dos personas que sin lugar a dudas pudieron impedir el correcto análisis de los explosivos que tanto daño nos causaron.

Ante todo quiero recordar la gran diferencia existente en el tratamiento de las muestras tomadas para su análisis entre los trenes de cercanías (muestras inexistentes) y las tomadas en los escombros de la T-4 (tomadas en cantidades exuberantes). He de recordar que yo participé por necesidad en la pericia de los explosivos ordenada por el tribunal del 11-M. Los especialistas contactados para actuar como peritos por parte de un grupo de víctimas se negaron a hacerlo por considerar que ese asunto estaba muy politizado. Ante dicha tesitura, me vi obligado a presentarme como perito, por mi titulación y por mi experiencia profesional en el campo del análisis químico instrumental. Mi trabajo en el peritaje solicitado por el tribunal del 11-M lo realicé de manera totalmente altruista según reconoció públicamente en el juicio el letrado Rodríguez Segura.

Mi participación en esta pericia no fue ciertamente un plato de gusto como cualquier persona se puede imaginar; no obstante, tuvo la vertiente positiva de sentir que estaba realizando un trabajo útil, no para mí, sino para la sociedad. Lástima que los resultados no pudiera ser concluyentes, debido a la ausencia y manipulación de las muestras procedentes de los focos. Mi actitud ante este reto fue la misma que mantuve durante mis cuarenta años de vida laboral: realizar el trabajo con la imparcialidad, la libertad y la moralidad profesional que en mis tiempos de facultad se enseñaba como una asignatura de las llamadas "marías".

Después de la reciente publicación del libro Titadyn de Don Antonio Iglesias, creo que cualquier aspecto técnico de los resultados analíticos de la pericia puede ser redundante. No obstante, esta pericia presentó y presenta algunas peculiaridades que a mi juicio merecen ser resaltadas.

Resulta inconcebible que la solicitud de esta pericia tuviera que ordenarla el Tribunal que llevó a cabo el juicio porque en la instrucción no figuraban los análisis de los restos de explosivo recogidos en los trenes. Sí figuraban, en cambio, los análisis de muestras no explosionadas situadas en lugares donde no se produjo ninguna explosión. Curiosamente, tampoco se analizaron los restos del explosivo contenido en las dos mochilas que no explotaron en los trenes. Podría ser interesante investigar si en nuestra dilatada historia de atentados terroristas se han producido hechos similares a los citados.

La planificación del trabajo se presentó en una reunión plenaria en la que participamos, además de los ocho peritos (cuatro policiales y cuatro de partes), los responsables y jefes de laboratorios de la policía científica. En el programa de trabajo se explicó la metodología a seguir y se fijó por parte del director de la pericia un objetivo: que los resultados fueran consensuados. En mi opinión, dicho objetivo era obvio, ya que se trataba de obtener los registros y la información suministrada por equipos analíticos contrastados universalmente. Otra peculiaridad de este encargo judicial consistió en la grabación permanente de las personas, operaciones y equipos utilizados.

Las muestras se recibieron en presencia de todos los peritos. Desde mi punto de vista, se pueden destacar los siguientes aspectos:

  • De las aproximadamente noventa muestras recibidas, sólo veintitrés correspondían a los focos de explosión. Nadie, con una mente medianamente normal, puede entender que de cuatro trenes explosionados, sólo se recibieran esas muestras; máxime, cuando habían sido previamente lavadas. A los peritos no se nos hizo conocer los resultados de los análisis realizados en su día en el laboratorio de los Tedax. Tampoco se nos entregaron los líquidos de lavado que normalmente debían haber sido conservados en dicho laboratorio.
  • El tamaño de las muestras útiles extraídas de los objetos recibidos como muestras, no excedió en ninguno de los casos el peso útil de 0,1 gr. Totalmente insuficiente para realizar un análisis completo de las mismas. En contraposición, curiosamente no se conoció el desguace de las noventa toneladas de los vagones explosionados dos ó tres días después del atentado, hasta los últimos días del juicio de la Casa de Campo.
  • Las muestras periciales carecían de cadena de custodia. La excepción fue la muestra de referencia de "Titadyn" presentada al efecto por los peritos de la Guardia Civil.

He de confesar sin ambages que los trabajos se desarrollaron inicialmente en un buen ambiente de colaboración, hasta que al comenzar los análisis de los restos de muestras procedentes de los focos, apareció un componente que no correspondía a la Goma 2 ECO, el famoso dinitrotolueno (DNT). A raíz de este hecho, la pericia tomó un cariz distinto. Parecía como si oficialmente este compuesto estuviera proscrito en la pericia. Por parte del director de la misma, se quiso justificar dicha presencia por una contaminación en fábrica. La respuesta del fabricante a esta imputación gratuita fue contundente y desbarató la hipótesis argumental realizada. Deshecha la hipótesis, surge la nueva "teoría de la contaminación", pero esta vez sin precisar el foco contaminante. La Tedax que hizo el primer peritaje sin informar de los resultados analíticos obtenidos en su declaración ante el Tribunal explicó verbalmente las condiciones de almacenamiento de dichas muestras, no siendo rebatida por nadie sobre la seguridad de las mismas frente a cualquier agente contaminante. La presencia de DNT en las muestras de los trenes, no creo que pueda ser discutida por nadie.

Otro momento crucial de la pericia lo constituyó la detección de Nitroglicerina (NG) en la muestra nº 1, que era fundamentalmente polvo de extintor. La cromatografía en fase gaseosa y la espectrometría de masas nos permitieron comprobar que los espectros de esta muestra y del Titadyn de referencia eran superponibles al presentar los dos los picos correspondientes al DNT y a la NG. Como anécdota, he de recordar que esta muestra fue analizada varias veces en distintos equipos y condiciones. Este explosivo también parecía estar proscrito en la pericia. En apoyo de esta afirmación, he de recordar que la muestra de Titadyn no se quería analizar porque, según el director de la pericia, el Titadyn contenía NG y este explosivo era "muy controvertido".

En otro orden de cosas resulta lamentable que las grabaciones solicitadas por algunas acusaciones no hayan sido entregadas en su totalidad para poder visionar las mismas. No veo disculpa alguna para ello, ya que técnicamente es realizable entregar copias y el visionado se puede realizar fácilmente con la colaboración de los peritos participantes. Este registro gráfico serviría de ayuda tanto a la Audiencia Nacional como a las partes, para conocer aspectos de esta pericia que pueden dar justificación para afirmar que la misma está pendiente.

A pesar de existir una sentencia firme sobre el juicio celebrado para conocer el grado de implicación de los veintinueve acusados por el juez Del Olmo, creo que las víctimas y la sociedad española deben conocer que la condena está cogida con alfileres por la naturaleza del explosivo y la procedencia del mismo. Termino mi reflexión con el recuerdo reciente de una frase pronunciada por el Sr. Anguita al pedirle su opinión sobre el juicio del 11M: "Creo que el juicio puede ser comparable a la actitud de un equipo médico al intervenir a un enfermo de cáncer. Al abrir al enfermo encuentran una metástasis que invade todo su cuerpo; ante ello, los médicos deciden coser sin tocar nada".

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