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Gina Montaner

El Código Rosenberg

Los que conocían a Rosenberg insisten en su honorabilidad y consideran que hay muchos aspectos de esta complicada historia que continúan en la sombra. ¿Quiénes asesinaron a los Musa? ¿Cuánto sabía Rosenberg acerca de las maniobras para acabar con ellos?

Dan Brown es un amateur. Al autor del bestseller El Código Da Vinci jamás habría podido imaginar una trama más truculenta que la autoinmolación del abogado guatemalteco Rodrigo Rosenberg. No hay pasadizos secretos en el Vaticano ni conspiraciones masónicas que superen el horror y misterio que rodean el panorama político en Guatemala y el clima de violencia que se vive en el país centroamericano.

El pasado mes de mayo causó conmoción internacional un vídeo difundido por Rosenberg antes de morir, en el que acusaba al presidente Álvaro Colom y a su esposa de planificar su asesinato. Cuando vimos el estremecedor testimonio, Rosenberg ya había sido acribillado por un sicario y todas las sospechas apuntaban a una conspiración urdida desde los estamentos del poder. En su despedida mencionaba el homicidio, que tuvo lugar en abril, del empresario Khalil Musa y su hija Marjorie, clientes suyos, según su alegato, habían sido eliminados por matones del Gobierno.

Tras ocho meses de investigaciones, el jurista español Carlos Castresana, al frente de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, hizo público hace unos días el resultado de las pesquisas y sus conclusiones han provocado aún más sorpresa que el vídeo: fue el propio Rosenberg, de acuerdo a todos los indicios, quien planificó su propia muerte, tras convencer a unos primos de que debían contratar a un asesino para acabar con la vida de un individuo que aparentemente lo estaba extorsionando. Como en las mejores y más logradas novelas de suspense, resulta ser que planificó hasta el milímetro su ejecución. El asesino a sueldo siguió las instrucciones, pero quien tenía enfrente no era un enemigo del letrado, sino el propio Rosenberg, esperando el tiro de gracia que acabaría con su tormento interior. Misión cumplida.

Los guatemaltecos no acaban de salir de su asombro y hay quienes dudan de las gestiones de la Comisión, pero lo cierto es que nadie duda de la profesionalidad de Castresana. El informe que dio a conocer fue el fruto de una exhaustiva indagación y, sin entrar en detalles excesivos, señaló que Rosenberg era un hombre honorable, cuyas acciones pudieron estar motivadas por una profunda depresión y la estrecha relación que mantenía con Marjorie Musa. O sea, retomando el tono novelesco de los hechos, es muy posible que se sintiera culpable del asesinato de una mujer a la que amaba. Estaba convencido de que aquello había sido un ajuste de cuentas y se sentía responsable de un crimen que quedó impune.

Rodrigo Rosenberg ya no deseaba vivir, pero no tenía intención de suicidarse calladamente, sino de sacudir a la sociedad y señalar con el dedo a quienes, según él, estaban detrás de la desaparición de su recordada Marjorie. Rosenberg era Romeo, apresurado por reunirse con Julieta.

Lógicamente el presidente Colom se siente reivindicado y, molesto por la puntualización de Castresana al definir al suicida como un caballero, no ha tardado en calificar a Rosenberg de desquiciado. Los que conocían al abogado insisten en su honorabilidad y consideran que hay muchos aspectos de esta complicada historia que continúan en la sombra. ¿Quién o quiénes asesinaron a los Musa? ¿Cuánto sabía Rosenberg acerca de las maniobras para acabar con Khalil Musa? Puede que nunca lleguemos al fondo de la cuestión.

He vuelto a ver el estremecedor vídeo y de nuevo he leído su testimonio. A la luz de lo que reveló Castresana, ahora, más que nunca, identifico la voz enamorada del hombre que no puede vivir con un peso que lo ahoga. Es para él urgente reunirse con la persona amada y que se haga justicia. Es posible que Rodrigo Rosenberg estuviese desquiciado, pero no hay duda que el amor lo llevó a escribir su propia muerte. No hay autor que supere la ficción de esta triste verdad.

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