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Alberto Acereda

Más de lo mismo

Obama va a seguir con la misma política porque su respuesta para Estados Unidos es: más Obama, más Gobierno, más intervencionismo.

El discurso ensalada de Obama sobre el estado de la Nación vino condimentado con varias frases tomadas aquí y allá de su campaña electoral. Para Obama, el tiempo no importa, así que lo que nos contó fue más de lo mismo. Obama va a piñón fijo, con los mismos clichés y la misma demagogia que otrora convenciera a muchos y hoy ya cada vez engaña a menos. Tras el discurso de su presidente, muchos congresistas demócratas miran con justificada inquietud a las elecciones de noviembre. Obama no movió ficha, como si lo de Virginia, New Jersey y Massachusetts fueran meras anécdotas. Van aquí las reflexiones principales a las que lleva su discurso.

Primero, que Obama va a seguir con la misma política porque su respuesta para Estados Unidos es: más Obama, más Gobierno, más intervencionismo. Para el presidente, el Gobierno es la fuente de empleo, el Gobierno necesita controlar la sanidad, la educación, el mercado y, si hace falta, hasta el clima. La propuesta económica de congelar gastos es un truco falso que contrasta con las gigantescas "inversiones" que el mismo Obama propone para otros programas. Todos, claro, al margen del libre mercado y todo siempre guiado por el Gran Gobierno.

Segundo, que Obama cree falsamente que él está fuera de Washington y que su agenda no es impopular. En su inventado y ya imposible papel de "outsider", Obama muestra que está desconectado de la realidad del ciudadano medio. Porque si hay alguien que representa y encarna como nadie a Washington, su intervencionismo y los usos políticos menos transparentes, ése es Obama y los líderes de su partido, con control de ambas cámaras legislativas desde las elecciones de 2006 y con "supermayorías" durante el último año con Obama en el despacho oval.

Tercero, que Obama sigue sufriendo del síndrome BB ("Blame Bush"), culpando todavía a Bush de todo y en un discurso ególatra donde la palabra "yo" se pronunció varias decenas de veces. Obama definió los años de Bush como los de la "década perdida" ignorando la expansión económica norteamericana bajo su predecesor hasta 2007 , a pesar del 11-S y pese a las regulaciones impulsadas por el Partido Demócrata y la crisis hipotecaria forjada en tenderetes demócratas como los de Freddie Mac y Fannie Mae.

Cuarto, que Obama ve la paja en el ojo ajeno y no reconoce hechos y datos objetivos proporcionados por su propio Departamento de Trabajo y que prueban cómo a día de hoy el número de desempleados en Estados Unidos es de los más altos en el último medio siglo, con un 10% de desempleo, 17% de paro real. Y todo esto, además, después de que Obama mismo asegurara que con sus varios paquetes de "estímulo" económico, el índice de desempleo no pasaría nunca del 8%.

Quinto, que Obama mostró su escaso respeto por la separación de poderes. Tan lamentable como inaudito fue el momento durante el discurso en que desde su podio presidencial intentó ridiculizar al Tribunal Supremo criticando la reciente decisión judicial sobre la financiación de campañas y el derecho a la libre expresión de todos los ciudadanos (incluido en la Primera Enmienda a la Constitución). La sorpresa de los jueces y sobre todo el gesto del juez Samuel Alito confirman que Obama, en su sectarismo, ignora lo que decía la sentencia. Eso, además de saltarse las mínimas prácticas de la camaradería política e intentar instrumentalizar el poder judicial.

Sexto, que Obama no se cree que a él le vaya a pasar como a Bill Clinton en 1994. Nada de giros al centro y, menos aún, a la derecha. Al fin y al cabo, como el propio Obama le dijo chulescamente a Marion Berry, congresista de su propio partido: "La gran diferencia aquí con 1994 es que ahora me tenéis a mí". Quizá, entre tanta arrogancia, Obama no se haya percatado del todo de que la gran ausente ayer en su discurso fue Hillary Clinton. ¿Será la Clinton para Obama en 2012 lo que Ted Kennedy fue para Carter en las primarias demócratas de 1980?

Séptimo, que es sintomática la carencia de explicaciones sobre seguridad nacional y política exterior. Ni una palabra de Guantánamo. Ni media sobre la prometida "transparencia" de su administración. Ni nada de nada sobre el juicio del cerebro del 11-S, Khalid Shaikh Mohammed, en Nueva York. Lo que no faltaron, desde luego, fueron patrañas como lo de que su administración está ausente de cabilderos, o sea de "lobbys". Bien sabe Obama que en su equipo hay gente ligada a poderosos grupos de presión como Eric Holder, Tom Vilsack, William Lynn, William Corr, David Hayes, Mark Patterson y otros tantos.

¿Y los republicanos? De momento, mandaron al gobernador de Virginia, Bob McDonnell a responder contundentemente a Obama. Y por si eso fuera poco, Mario Díaz Balart, un republicano de origen cubano, también respondió en español a Obama recordándole que lo que el Gobierno no debe hacer es seguir aumentando regulaciones e impuestos. A Obama, ya sabemos, todo lo que le digan le da igual. Él va a la suya en busca de más de lo mismo. Esas son buenas noticias para los republicanos de cara a noviembre, pero resultan muy malas para Estados Unidos.

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