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Pablo Molina

¿Con o sin preservativo?

En lugar de conocimientos válidos para enfrentarse a la vida real, el objetivo de esta novedosa asignatura es convertir a los niños en seres amorales incapaces de distinguir el bien del mal.

La asignatura de Educación para la Ciudadanía Socialista, como era de prever, se ha convertido rápidamente en un reducto académico en el que toda aberración encuentra perfecto acomodo. El problema no es que un tarado intente trasladar a los niños sus perversiones haciéndolas pasar por algo coherente con la naturaleza humana, sino la existencia de una asignatura que permite situaciones como las vividas en un instituto cordobés, con un profesor que ha decidido llevar al terreno educativo las bondades de la zoofilia, deporte que, seguramente, practica con asiduidad. En la exposición magistral que ha sido denunciada por los padres se echa en falta, no obstante, una mención al salvífico preservativo, conocimiento transversal que todos los niños y niñas deben asimilar antes que dividir por dos cifras. Zoofilos, sí, pero precavidos, como manda Bibiana.

Los socialistas, promotores de esta forma de adoctrinar a los adolescentes, seguramente llevarían con gusto a sus hijas a ese tipo de clases para aprender cómo copular con un asno, sólo que no pueden porque sus hijos van a colegios privados, carísimos, superpijos y preferentemente católicos, donde se enseñan asignaturas más tradicionales como matemáticas, literatura o física. La izquierda clásica corrompió a los trabajadores haciéndoles creer que el socialismo les liberaría de la esclavitud laboral. Una vez constatadas las dimensiones de aquella estafa, el socialismo progre trata de hacer lo mismo con los hijos de los obreros a través de la educación pública.

Las reformas educativas perpetradas por los socialistas españoles son la mayor conspiración que jamás se ha urdido contra las clases más desfavorecidas, a cuyos hijos se les priva de una formación adecuada para tener un futuro mejor que el de sus padres. En lugar de conocimientos válidos para enfrentarse a la vida real, el objetivo de esta novedosa asignatura es convertir a los niños en seres amorales incapaces de distinguir el bien del mal, que es la única manera de que de mayores voten socialista sin sufrir arcadas.

Y el PP, que podría utilizar el argumento de que este tipo de basura perjudica sobre todo a los más pobres, que no pueden llevar a sus hijos a los colegios privados a los que acuden los hijos de los políticos de izquierdas, prefiere ponerse de perfil y decir tímidamente que, si ellos mandan algún día, intentarán que en esa asignatura no se enseñen demasiadas barbaridades.

Parece mentira que, con lo listos que son en la calle Génova, no se hayan dado cuenta aún de que su falta de brío en estos temas que preocupan a millones de ciudadanos permite a los socialistas colar todos y cada uno de los objetivos de su agenda para que permanezcan de forma institucional en la sociedad gobierne quien gobierne. El aborto indiscriminado, la píldora abortiva a menores de edad, la ideología de género en la enseñanza, la política, la justicia y la información, la educación sexual desde la perspectiva de los lobbys izquierdistas o la educación para la ciudadanía bajo el patrón neomarxista han llegado para quedarse, y si la oposición no plantea una enmienda a la totalidad ante tanta inmundicia, se habrá convertido en cómplice necesario a ojos de los ciudadanos. Por cierto, también votantes.

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