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Obama zapaterino

En Estados Unidos ya no hay manifestaciones pidiendo el cierre de Guantánamo, como aquí no las hay en contra de la guerra de Afganistán. Dicen que mal de muchos, consuelo de tontos, pero al menos alivia.

Lo primero que hizo Barack Obama cuando llegó a la Casa Blanca fue cumplir una de las promesas que le había llevado hasta ella y ordenó cerrar la prisión de Guantánamo. Fue una promesa a lo zapaterino, pues inmediatamente después de dictar la orden, la suspendió y la pospuso por un año. El País de ellos, The New York Times, tras recordar que la Administración Bush quería desde 2007 cerrar Guantánamo y no lo había hecho alegando las dificultades que conllevaba, el 22 de enero de 2009 escribió: "Bien, puede que no sea tan difícil. Al presidente Obama le ha llevado menos de 12 horas". Luego, para no ser acusado de engañar a sus lectores, aclaró: "Antes de la media noche de su primer día en el cargo, dio el obvio y vital paso de detener los juicios militares en la prisión". Lo único que hizo en 12 horas fue interrumpir los juicios. Guantánamo, tras un año bajo la égida de Obama, sigue esperando el cierre.

Lo único que se ha hecho hasta ahora es liberar a unos pocos prisioneros, continuando la política iniciada por Bush de ir soltando a quienes ya no supusieran un peligro para la seguridad de los Estados Unidos y no hubieran cometidos actos terroristas por los que poder ser condenados. Nadie ha sido llevado ante los tribunales civiles, como tantas veces le reclamaron a Bush. Ni siquiera Jalid Shaik Mohamed y cuatro cómplices más, acusados de planear el 11-S, que Obama quería juzgar en Nueva York. La Administración Obama alega la negativa del alcalde de Nueva York a asumir el coste de las medidas de seguridad. Si ese fuera el problema, bastaría que el Gobierno federal se hiciera cargo de la factura. Lo que impide a al Administración Obama llevar a esas cinco alhajas ante el Tribunal de Distrito de Nueva York es el miedo de que el tribunal sea atacado por Al Qaeda. Nadie le perdonaría haber convertido a la ciudad nuevamente en objetivo de los terroristas. De hecho, seis senadores, dos de ellos demócratas, han firmado una carta exigiendo a Eric Holder, fiscal general del Estado, que los cinco sean juzgados por un tribunal militar con el muy razonable argumento de que el atentado del 11 de septiembre de 2001 fue un acto de guerra.

Pensará el lector que, al menos, el editorialista del The New York Times podrá consolarse sabiendo que los consejos de guerra en Guantánamo han sido interrumpidos. Nada de eso. En mayo de 2009, Obama ordenó reanudarlos, si bien aclarando entonces que se combinarían con juicios ante tribunales civiles. Eso sí, sin explicar qué circunstancias en según qué terroristas les harían merecedores de una u otra jurisdicción. Todo muy zapatético, una apresurada mezcla de demagogia, ineficacia e incompetencia.

El 19 de diciembre pasado, el faro de la izquierda norteamericanaintentó en un nuevo editorial convencer a Obama de que Guantánamo tenía que estar cerrado cuando cumpliera su primer año en la Casa Blanca. Nuevamente, el poderoso medio neoyorquino no fue escuchado y ahora anda comoEl País con Zapatero,colgado de la brocha, sin saber si tirarse al cuello del traidor o aceptar que todos ellos no son mejores que Bush. El caso es que en Estados Unidos ya no hay manifestaciones pidiendo el cierre de Guantánamo, como aquí no las hay en contra de la guerra de Afganistán. Dicen que mal de muchos, consuelo de tontos, pero al menos alivia.

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