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Humberto Vadillo

La metáfora del Pensionazo

El Gobierno va a obligar a los españoles a trabajar dos años más para conseguir una pensión, mediocre en el mejor de los casos. Se hurta a los españoles la solución más clara, digna y equitativa: pensiones privadas.

No tengo ninguna esperanza de que ocurra. Cierto. Y sin embargo... si el Gobierno Zapatero cayera como resultado del pensionazo una suerte de Justicia Poética se vería cumplida. Como cuando al final de las películas en blanco y negro el malo era capturado no como resultado de su larga vida delictiva sino por causa de una pequeña ruindad cometida casi sin querer, como de pasada.

Ocurre que el pensionazo contiene en sí mismo pequeñas pero perfectamente formadas, como barcos en botella, todas las carácterísticas que han marcado el ominoso sexenio zapaterino. A saber: una medida improvisada, tomada de un día para otro y que aparentemente era innecesaria hace seis meses, cuando el presidente del Banco de España, el socialista Fernández Ordoñez, la propuso con algarada general de la izquierda se vuelve necesaria, fundamental, casi biológica. Una medida filtrada previamente al segundo periódico más gubernamental. Una decisión unilateral que se presenta como de consenso (como demostró la reforma del aborto para este Gobierno, consenso es cualquier cosa que de él mismo surge y ante la que la entera sociedad española puede optar por la serena aceptación y el alborozo incontenible. Tertium non datur). Una medida que muestra más ingenio en la increíble justificación que en la substancia propia, como cuando Salgado afirma que el periodo de cálculo se amplia en una década hasta los 25 años para evitar que se penalice a los trabajadores despedidos al final de su vida laboral. Un globo, dos globos, tres globos. De ser así, bastaría con aplicar los 15 años actuales sobre los últimos años efectivamente trabajados. Así se evitaría perjudicar a las mujeres que abandonan su trabajo para tener hijos y una vez criados estos retornan al mercado laboral. Pero es que el odio característico de Zapatero por la institución familiar es otra de las constantes del zapatenio como cuando se decide limitar las pensiones de viudedad, sustento de muchas mujeres que prefirieron concentrarse en cuidar de su familia mientras el marido trabajaba. 

El pensionazo no va a resolver la futura, inminente crisis de las pensiones, del mismo modo que la pseudo-reforma laboral que se anticipa no resolverá el paro. El pensionazo es, como todas las iniciativas de Zapatero, una decisión cuya misión principal es no perjudicar las expectativas electorales del socialismo por lo que se envía al futuro distante con la esperanza de que hoy no se note. Una decisión cosmética, presentada como dura y valiente pero que permite evitar otras opciones mucho más perjudiciales para las expectativas electorales del PSOE y que si tendrían resultados a corto y medio plazo como la congelación de los salarios de los funcionarios o un recorte real (no la broma de la chistosa Salgado y sus 50.000 vírgenes, digo millones) del gasto público. 

Para rematar, al menor soplo de viento contrario la reforma anteayer imprescindible se vuelve hueca hasta la inexistencia y el otrora ministro Tonante o ministra Tunanta vuélvense suaves, tan blandos por fuera que se dirían de algodón. Los ojos negros como el azabache.

Con todo, lo más grave es que como siempre el socialismo intenta arreglar con más socialismo los problemas creados por el socialismo. Esta decisión supone que el Gobierno va a obligar a los españoles a trabajar dos años más para conseguir una pensión, mediocre en el mejor de los casos. Se hurta a los españoles la solución más clara, digna y equitativa y la que preserva mejor la libertad del individuo: pensiones privadas en un sistema de capitalización. Naturalmente la transición de un sistema de reparto como el actual a uno de capitalización no sería sencilla, pero mucho más dificil se me antoja mantener la actual ficción de que los niños que no nacen hoy van a mantener a los cada día más longevos ancianos del mañana.

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