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La otra guerra: el fantasma de Irak

A nadie en EEUU se le ocurre la memez de pensar que la de Afganistán sea menos guerra que la de Irak o invocar a la ONU como autoridad cósmica que permite o prohíbe las acciones que se consideren necesarias para la seguridad nacional de un país soberano.

En vísperas de unas problemáticas elecciones que determinarán el Gobierno de Irak para los próximos cuatro años, el terrorismo yihadista vuelve a matar a chiíes por múltiplos de diez y doce, como tenía por costumbre. En macabra coincidencia con esa reactivación en sangre, amputación y muerte, sus jaleadores de tantos años en Occidente vuelven a sacar el fantasma de la guerra "ilegal" de Irak, a ver si todavía les gana alguna desesperada batallita, como la mojama de El Cid ante las murallas de Valencia.

En el Reino Unido, es una comisión creada exclusivamente para reconstruir los hechos de seis años de presencia militar en el país liberado de su implacable tirano, pero que algunos utilizan para calumniar a Blair, que se defiende como un león.

En Estados Unidos, la realidad bélica de Afganistán y la recogida de los frutos del surge, el cambio de estrategia de Bush en Irak en sus dos últimos años, no le han dejado a Obama mucho margen para los mendaces malabarismos propagandísticos de las operaciones anti-Bush, de deslegitimación partidista de la guerra en el país mesopotámico. A nadie en América se le ocurre la memez de pensar que la de Afganistán sea menos guerra que la de Irak o invocar a las Naciones Unidas como autoridad cósmica que permite o prohíbe las acciones que se consideren necesarias para la seguridad nacional de un país soberano, no digamos del único que asegura un mínimo de orden en el anárquico mundo en el que vivimos. Sería en extremo contraproducente para quien osara decir tal cosa. Obama no votó a favor de la intervención porque no era entonces senador. Si lo hubiera sido todo su historial apunta a que lo hubiera hecho, siguiendo la línea mayoritaria de su partido, lo que no hubiera sido óbice para criticarla después por pura conveniencia política, como no dejó de hacer durante su campaña.

España no participó en la invasión por razones de política interna y su presencia posterior fue en cumplimiento de dos resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El que ese hecho sea moral y estratégicamente irrelevante no cambia la incontrovertible realidad de que existen esas resoluciones instando a todos los miembros de la ONU a cooperar con las fuerzas internacionales, entonces de ocupación, hoy aliadas de Bagdad. Por cierto, que los párrafos claves en los que se hace esa demanda no son distinguibles de los que piden lo mismo para Afganistán, en otras dos resoluciones que nuestro Gobierno y sus paladines citan como legalizadoras de nuestra presencia allí y desbelizadoras –disculpen la expresión– del sangriento conflicto. Las dos resoluciones relativas a Irak siguen vigentes y el Gobierno mantiene muy calladito que finge cumplirlas trayéndose de Irak a un puñadito de reclutas para darles formación policial.

Ahora que las ocultaciones en serie que Zapatero y su Gobierno han practicado respecto a la crisis y toda la demagogia y cobardía de las agravantes medidas que han tomado se les vienen encima, el tema de Irak asoma de nuevo su cabecita en las batallas dialécticas de la política interna. Una vez más, se aprecia el despiste y la indefensión ante el tema de muchos políticos y periodistas liberales y conservadores, consecuencia de la política de escamoteo y huida practicada en todo momento por el PP; pero puede verse también el grado de impotencia y desesperación de los paladines del PSOE, que tienen que defender con fantasmas al peor Gobierno español desde el de Carlos II el hechizado.

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