Menú
GEES

Crímenes de guerra, hoy

Los enemigos de los países occidentales están involucrando deliberadamente a su propia población civil en los conflictos, los colocan en primera línea de guerra, los convierten en objetivo de manera deliberada y preparada.

Uno de los principios sobre los que se asentaba el tristemente desaparecido derecho en la guerra –ius in bello– y los modernos derechos internacional y humanitario es el imperativo categórico de mantener a la población lo más alejada posible del enfrentamiento bélico, y de buscar siempre salvaguardarla de los horrores de la guerra. Todo gobernante debe mantener a su población lo más alejada posible del conflicto, y tratar que la del enemigo se vea lo menos involucrada posible.

Lo cual es siempre difícil, puesto que en la guerra todo lo es. Las bombas y los misiles, quien los guía o quien guía a quien los guía, cometen errores. Errores de información, técnicos o humanos siguen ocasionando víctimas civiles; bien es cierto que hoy menos que nunca, pero eso es poco consuelo. Buscar evitar errores no implica que en el campo de batalla no se cometan.

En el otro extremo del error está el intento deliberado y planificado de usar a la población civil como un objeto pasivo en la guerra, un medio en vez de un fin en sí mismo que hay que cuidar al máximo. El delito de crimen de guerra o crimen contra la humanidad surgió precisamente para evitar que la población civil fuese objeto del alto grado de aniquilación que ocasiona la guerra moderna. Durante el pasado siglo XX, éste delito se ha aplicado a aquellos Estados que buscaron aniquilar a un grupo humano clasificado como enemigo.

¿Qué implica, en el fondo, el crimen contra la humanidad? El intento deliberado y planificado de involucrar a la población civil en el desarrollo de las hostilidades. Lo cual implica, en primer lugar, que debe existir voluntad de involucrar a la población en el conflicto, de hacerle sufrir los rigores de la guerra, de provocar la muerte masiva de inocentes. Ni errores ni malentendidos, sino ganas expresas de que la población sufra los horrores de la guerra. Implica la búsqueda del terror sobre la población.

En segundo lugar, esta voluntad debe estar encarnada en una determinada estrategia, que debe estar sostenida en el tiempo. No se trata de un hecho o un acontecimiento limitado en el tiempo, sino una planificación y una ejecución que tenga como finalidad convertir a la población en objetivo de las armas militares, llevada a cabo por las autoridades del país. Éste prepara las cosas para que el terror de los civiles sea sostenido en el tiempo.

Salvo guerras y estallidos puntuales, el crimen contra la humanidad, pensado por y para Occidente, parece haber quedado anticuado. O no. Ahora, cuando Occidente libra varias guerras por todo el mundo, quizá sea hora de revisar qué es un crimen de guerra, a la luz de su principio: la planificación deliberada para involucrar a inocentes en la guerra.

Decimos por y para Occidente, porque esa es la clave hoy. Occidente ideó el crimen de guerra y se obligó a sí mismo a cumplir. Pero hoy todos lo respetan, y conviene darse cuenta del cambio. Los enemigos de los países occidentales están involucrando deliberadamente a su propia población civil en los conflictos, los colocan en primera línea de guerra, los convierten en objetivo de manera deliberada y preparada. Buscan la muerte de inocentes, con la que buscan eliminar la ventaja militar occidental, esperando la reacción de nuestras sociedades.

Desde luego, ha sido Hamás quien ha refinado como nadie la estrategia de provocar muertos propios para achacárselos al enemigo: confundir a sus milicianos con la población, disparar cohetes desde hospitales y escuelas, esconder arsenales bajo guarderías implica un intento deliberado, planificado y ejecutado conscientemente de involucrar a la población palestina en la guerra. Hay pruebas más que suficientes para concluir que Hamás busca deliberadamente la muerte de civiles palestinos que, en cuanto autoridad en Gaza, debiera precisamente alejar de las hostilidades. En vez de esto, los introduce directamente en el conflicto, buscando su muerte para provocar determinados sentimientos en las sociedades occidentales. Busca muertos, cuantos más mejor, como parte de una política de guerra total.

Pero no es sólo Hamás quien provoca deliberadamente la muerte de su propia población civil. La estrategia alcanza a todos los conflictos en los que se ven envueltos los occidentales: norteamericanos y británicos la han sufrido durante mucho tiempo en Irak y Afganistán, donde sus enemigos utilizan a la población como carne de cañón propagandística. El último ejemplo el de la fuerza afgano-británica-norteamericana en Marjah, donde una de las maniobras talibán ha consistido en buscar la muerte de civiles para achacárselo a los occidentales. Sólo el hecho de que la fuerza la comande Obama y no Bush ha evitado que la estrategia tenga éxito y se monte un escándalo. Pero no durará mucho.

El principio sobre los que se basa el delito de crimen contra la humanidad o de crimen de guerra –intento deliberado de causar la muerte de civiles– se sigue manteniendo, aunque de manera distinta a como lo ha hecho durante el siglo XX. Quizá vaya siendo hora de adaptar un espíritu que sigue estando vigente para perseguir a los modernos criminales de guerra, aquellos que siguen buscando la muerte masiva de inocentes, aunque sean los propios.

En Internacional

    0
    comentarios
    Acceda a los 2 comentarios guardados