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José García Domínguez

La avaricia

Zapatero ya ha olvidado su mantra en la cumbre del G-20. Entonces estableció al incuestionable modo que era la codicia –y no la avaricia– la genuina causante de la crisis. Aunque, bien mirado, qué más da la avaricia, la codicia, la sevicia o la Patricia.

Si en algo muestra un respeto reverencial hacia los clásicos el presidente es en el libreto de las comedias mitineras, género de brocha gorda donde siempre obedece el célebre consejo de Lope: "Como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto". Así, para mostrar el aprecio que le merece el coeficiente intelectual de los compañeros y las compañeras, Zapatero viene de desvelar ante una nutrida tropa andaluza que "la avaricia" resulta ser "la causa fundamental" de la crisis. Ergo, aquel Nikolai Kondratieff, el que empeñara su entera existencia en descifrar los arcanos estadísticos de los ciclos hasta que el padrecito Stalin mandó fusilarlo en el Gulag, fue un pobre tonto; un desdichado a quien el fátum cruel hurtó pasar dos tardes aprendiendo con ZP.

Y qué decir de Joseph Schumpeter, tenido hasta el domingo al mediodía por el mayor economista que jamás produjera Austria –y quizá Europa toda–; otro simple, un bobo ofuscado en desarrollar alambicados razonamientos con tal de desentrañar asunto tan banal como las crisis sistémicas del capitalismo. Por no hablar de Keynes, aquel risible pasmón. O de Marx, el padre putativo de los rojos que en el mundo han sido, un lerdo superlativo que igual pretendía fundamentar la economía en leyes objetivas. Rudos ignorantes todos ellos, ajenos a los doctos saberes que el magisterio de fray Gerundio de Campazas inculcó en su ilustre paisano leonés. Dejémonos, entonces, de modelos econométricos, tablas input-output, obtusos teoremas y todas esas zarandajas.

Nada, nada, "la avaricia rompe el saco". He ahí el alfa y el omega del nuevo paradigma llamado a expulsar a Samuelson, Quirk, Lipsey, Dornbusch, Fisher y demás farsantes de los manuales de teoría económica para siempre jamás. Pues poco importa que Zapatero ya haya olvidado su mantra en la cumbre del G-20. Y es que entonces estableció al incuestionable modo que era "la codicia" –y no la avaricia– la genuina causante de la crisis. Aunque, bien mirado, qué más da la avaricia, la codicia, la sevicia o la Patricia. El caso es ir tirando con tópicos de barra de bar, chascarrillos de comadres, sentencias de tertulia de rebotica y lugares comunes de patio de colegio. Con lo que hay, no nos engañemos.

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