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Agapito Maestre

El cristal de la política

La oposición de Rajoy no ilusiona. Tampoco lo pretende. A él sólo le cabe, dicen sus exegetas, esperar. Saber esperar es lo único que le importa. Rajoy es un "hombre de espera". Escucha, piensa y toma nota. ¿A qué conduciría otra cosa?

La casta política tiene bloqueado el sistema democrático. La desafección ciudadana es el auténtico fenómeno democrático de España. Y, sin embargo, las elites intelectuales que podrían hacer algo por descongestionar el sistema, por ejemplo, llevar a cabo una crítica más seria y contundente de lo existente, prefieren esconderse en lo privado. El pueblo vuelve a ser otra vez superior a sus cobardes "elites". Éstas han optado por colaborar ideológicamente a ocultar lo obvio: es menester reformar la Constitución para salir de la crisis. Con 17 "Estados" es imposible superar la recesión. Es menester repetir esta idea para saber que detrás de la crisis económica y financiera, hay una crisis más grave: la crisis nacional. De España.

Pero el personal "ilustrado", el demócrata de boquilla, por desgracia, no quiere enterarse de qué cosa oculta la casta política. Prefieren cerrar los ojos ante la irresponsabilidad organizada por los dos grandes partidos. No quieren reconocer que socialistas y populares han contribuido a destruir la nación y, por supuesto, están desmantelando el Estado. En esa circunstancia, bajo el arco en ruina como diría Ortega, nadie puede sorprenderse del desánimo general que cunde en la sociedad civil más desarrollada de este país.

Menos mal que el espíritu del tiempo, de estos desgraciados tiempos antidemocráticos, no ha arruinado todavía la capacidad de oposición de algunos sectores de la sociedad; así, cabe recordar que la verdadera política ha traspasado, en España, los ámbitos de los parlamentos y partidos políticos para instalarse, por un lado, en la movilización ciudadana contra determinadas leyes socialistas que deslegitiman la Constitución, y, por otro lado, algunos medios de comunicación un día sí y otro también están poniendo en evidencia que las formas institucionales existentes son inviables, o peor, están muertas para configurar una voluntad democrática de calidad.

El divorcio entre la casta política y la sociedad más desarrollada es cada vez más grande. El sistema democrático agoniza. Zapatero insiste en que "no dejará a nadie en la estacada" y Rajoy espera. Los estudios demoscópicos siguen expresando lo obvio: avanza el PP y retrocede el PSOE. Los datos son incontestables. La crisis económica hace más daño al partido del Gobierno que a la oposición. Quizá Rajoy gane las próximas elecciones. Y, sin embargo, la oposición de Rajoy no ilusiona. Tampoco lo pretende. A él sólo le cabe, dicen sus exegetas, esperar. Saber esperar es lo único que le importa. Rajoy es un "hombre de espera". Escucha, piensa y toma nota. ¿A qué conduciría otra cosa? ¿Seguir los consejos de quienes le piden un "auténtico discurso" contra la crisis, con fórmulas pedagógicas sobre los sacrificios que todos tendremos que soportar no es muy recomendable para ganar votos? Para Rajoy es suficiente con repetir la cantinela: hay que reducir el déficit y reestructurar el sistema financiero.

Eso no es suficiente. Quizá sirva para ganar unas elecciones, pero ahora se trata de otra cosa más importante: es menester entusiasmar a millones de seres humanos. Es la hora de hacer política. De tener una idea clara de Estado en una nación. Algo, en fin, capaz de ilusionar a millones de seres humanos en un proyecto común. Sin ese cristal de la política es imposible alcanzar una sociedad más civilizada.

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