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El regalo del extranjero

Lo que está surgiendo en Irak es un Gobierno representativo, que incluye a árabes y kurdos bajo una misma constitución, en un país que, como dice Ajami, "no se rinde a la voluntad de un hombre o un clan dominante".

Juzgado y ajusticiado Sadam, 96.000 soldados americanos –el contingente más reducido desde 2003–, pueden observar con orgullo cómo se desarrollan el domingo las terceras elecciones libres en el antaño feudo del derrocado sátrapa. Ha llegado lo que Fouad Ajami llama el regalo del extranjero. Cierto es que treinta y tres personas fueron asesinadas el miércoles en Baquba en el atentado más violento desde el 5 de febrero, pero es que Al Qaeda está empeñada en impedir la consulta por el ejemplo revolucionario que supone para todo Oriente Medio.

Diecinueve millones de iraquíes eligen un parlamento de 325 diputados para los cuatro próximos años. Votan en listas abiertas, lo que no solamente no fomenta el sectarismo, sino que incentiva el apoyo individual, mermando los poderes partidistas. De hecho, los partidos no son realmente tales, sino coaliciones de diversas tendencias. Fundamentalmente tres: la denominada del Estado de Derecho del actual primer ministro Al Maliki, la secular llamada Iraqiya, de Iyad Allawi, y la Alianza Nacional. Probablemente venza la primera, pero no por mayoría absoluta.

Mucho se ha hablado de la prohibición de 500 candidatos considerados herederos del partido Baaz (la agrupación de Sadam). Quizá hubieran debido ser admitidos como aconsejaban los americanos. Pero esto demuestra que estos no pueden regir ya los entresijos de la política iraquí; y que, con todo, el proceso de des-baazificación se ha producido sin que los ascendientes chiitas se hayan tomado una revancha violenta sobre los suníes, que habían impuesto su reino de terror. También es verdad que, por muchas huellas iraníes que haya en el proceso de exclusión, tratando de incrementar su influencia, lo determinante lo han de saber los de dentro. Aquí deberíamos ser más conscientes de ello que en ningún otro sitio con las polémicas que suscitó en su momento la interdicción de las listas de partidos pro-terroristas.
 
Ahora bien, el chiismo iraquí es tenaz, independiente y árabe por los cuatro costados. En Irak están sus lugares santos. Está por ver que desde la perspectiva estrictamente religiosa, no sea más bien un rival del Irán teocrático que otra cosa. El ayatolá Al Sistani, su máxima autoridad en el país de los dos ríos, ha pedido –de hecho, ha implorado en edictos de cariz religioso– que se vaya a votar. Se ha negado a apoyar a ningún candidato, separando así religión y Estado en un modo nunca visto y auténticamente revolucionario en el islam, en llamativo contraste con el vecino iraní.

Lo esencial es el mensaje enviado a las tiranías del mundo árabe, suníes en su mayoría, de que la democracia puede asentarse en esta tierra que no parecía serle propicia. Durante décadas los americanos se dejaron empapar de la ortodoxia suní de los que ejercían el poder en la zona; y esto fue lo que Bush vino a disputar. Toleraron la opresión en nombre de la estabilidad; en la práctica esa política trajo mucha opresión y poca estabilidad, así que Bush cambió esa política.
  
Como ha reconocido hasta la revista Newsweek, nunca partidaria de la gesta de Bush: "Es desde luego un acontecimiento decisivo que pudiera representar el nacimiento de una nueva era en la historia de un Oriente Medio caracterizado por la ausencia de democracia". Lo que está surgiendo en Irak es un Gobierno representativo, que incluye a árabes y kurdos bajo una misma constitución, en un país que, como dice Ajami, "no se rinde a la voluntad de un hombre o un clan dominante". No depende ni de unos ni de otros, y no responde más que a sí mismo.

La democracia es el regalo de Bush. El regalo del extranjero.

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