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Emilio J. González

España necesita una Thatcher

Toda esa gaita de la comisión para la crisis no es más que un paripé del que no cabe esperar nada de nada, ya que el Gobierno jamás pondrá encima de la mesa las medidas que hay que tomar.

Se ha dicho hasta la saciedad que quien desconoce la Historia está condenado a repetirla. Algo parecido le sucede a los políticos españoles y su actitud ante las bravuconerías de los sindicatos. ¿Qué es lo que tienen que aprender nuestros socialistas y nuestros ‘populares’? Pues ni más ni menos que lo que sucedió en el Reino Unido en la década de los setenta por dejar a los sindicatos campar tranquilamente por sus respetos. La economía británica es una de las más avanzadas del mundo gracias, sobre todo, a la revolución política y económica que emprendió Margaret Thatcher y que continuó el laborista Tony Blair (el periodo que media entre uno y otro, el de John Major, fue más bien el de no hacer nada para no empeorar nada).

Sin embargo, antes de la llegada de la Dama de Hierro al número 10 de la londinense Downing Street, la economía británica estaba no ya en decadencia, sino arruinada, hasta tal punto que, a mediados de la década tuvo que solicitar la ayuda y la intervención del Fondo Monetario Internacional. Quien lo iba a decir de un país avanzado. Pero claro, cuando la economía está esclerotizada por todo tipo de regulaciones e intervenciones estatales, cuando los impuestos son altos y los mercados carecen de flexibilidad, y cuando los sindicatos se echan encima de cualquiera que pretenda cambiar las cosas, porque lo que le importaba a las trade unions británicas no era resolver los problemas económicos del país, empezando por el desempleo, sino defender el socialismo a la inglesa, pues acaba pasando lo que acaba pasando, que es el camino por el que va España, con el agravante de que, como somos parte del euro, no podemos devaluar para facilitar los ajustes. De esta forma, cuando Thatcher llegó al poder se encontró una economía completamente asolada después de tantos años de laborismo y con unos sindicatos embravecidos a los que tuvo el valor y la fuerza de aguantarles el pulso y vencerles. Sólo así el Reino Unido pudo recuperarse verdaderamente.

¿Qué pasa en España? Pues pasa que los sindicatos están crecidos, porque Zapatero teme que le convoquen una huelga general y hacen y deshacen a su gusto. ¿Que España necesita una reforma laboral que incluya, entre otras cosa, el abaratamiento del coste del despido? Pues ahí están la UGT y Comisiones Obreras para que no se dé marcha atrás en los mal llamados derechos sociales, cuya defensa numantina está engrosando no ya las filas sino las legiones del paro y la miseria. ¿Que la reforma laboral es imprescindible para que España salga de la grave crisis que padece, porque nuestra economía sólo crece cuando crea empleo? Pues que se olvide quien pretenda generar puestos de trabajo a base de flexibilizar las relaciones laborales porque nuestros sindicatos se oponen de lleno. ¿Que para que funcionen las cosas tiene que haber menos Estado y más mercado? Pues ahí están los sindicatos para defender el estatismo socialista, cueste lo que cueste, porque consideran que eso es un gran avance social, sin ver los millones de personas que está condenando al desempleo y la pobreza. Vamos, que esto se parece cada vez más a la situación que Thatcher se encontró a su llegada al poder.

Lo malo es que en España no tenemos nada parecido, en términos de ideas y carácter, al frente de los dos grandes partidos políticos. Zapatero es una mezcla de adolescente inmaduro y socialista radical, que lo que quiere es quedar bien con todo el mundo... con todo el mundo que le interesa, maticemos, y, por tanto, su personalidad le incapacita para gobernar como hay que gobernar en estos momentos. Por eso, toda esa gaita de la comisión para la crisis no es más que un paripé del que no cabe esperar nada de nada, ya que el Gobierno jamás pondrá encima de la mesa las medidas que hay que tomar. Y a Rajoy no sólo es que le falte carácter; es que la experiencia ya nos ha enseñado como actúa: en cuanto llegó al Ministerio de Educación, en los años de Aznar, lo primero que hizo fue pactar con los sindicatos para evitarse problemas. Y Méndez y Toxo ya le tienen tomada la medida, con lo cual, en cuanto llegue al poder, si es que el PP gana las próximas elecciones, a estos dos personajes les va a faltar tiempo para ponerse enfrente del Gobierno, en parte por ideología, en parte por estrategia política, en parte para reivindicarse por su escandaloso silencio ante el desastre económico y social que está perpetrando ZP.

Tal y como están las cosas, y teniendo en cuenta la naturaleza de la actual crisis económica, no me cabe la menor duda de que lo que nuestro país necesita es que a su frente esté la versión española de la Dama de Hierro, es decir, una persona que tenga muy claras las reformas que hay que hacer, que son muchas y dolorosas, y que tenga el coraje de enfrentarse contra todo aquel que se oponga y de aceptar todos los pulsos a que la desafíen, para ganarlos, vengan de donde vengan. Con esta forma de actuar, Thatcher ganó varias elecciones seguidas y destrozó a los laboristas. Dudo mucho, por desgracia, de que semejante ejemplo sirva para animar a buena parte de nuestra clase política a hacer lo que tiene que hacer.

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