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Julio Pomés

Tiranía sindical y populismo

La economía de un país no puede depender de unos sindicatos que no tienen legitimidad alguna por disfrutar de unos privilegios inconcebibles en un país libre.

¿Por qué Zapatero no toma las medidas de austeridad que han tomado los países que están saliendo de la crisis? La razón es de una irresponsabilidad que asusta: el pánico que tiene el presidente a perder popularidad. ZP teme que si se le enfrentan los dos grandes sindicatos, su imagen se perjudicará seriamente. Ésta es la causa de que varias propuestas bien orientadas del Gobierno, como el atraso de la edad de la jubilación, se hayan quedado en simples globos.

Zapatero desde el comienzo de su primer mandato ha procurado tener contentos a los sindicatos. Esta postura ha llevado a una sumisión del Ejecutivo a los dictados de UGT y CCOO en temas demasiado importantes. La consecuencia de este entreguismo ha dado su fruto. Baste recordar que la protesta de las manifestaciones del 1 de mayo no fue contra los que tienen la responsabilidad de gobernar, sino contra el Partido Popular. Otro hecho similar es el tono ‘preventivo’ y amable de la convocatoria del pasado 23 de febrero.

Esa política pro sindical del PSOE no se ha quedado en buenos gestos, sino que Zapatero ha tirado de chequera. Desde 2005 las ayudas concedidas por el Gobierno para la actividad sindical de CCOO y UGT se han incrementado en un 50%. Las subvenciones directas a la realización de actividades de carácter sindical y a la participación en órganos consultivos oficiales en 2009 han supuesto para UGT y CCOO 14 millones de euros. Además, ese año, las organizaciones sindicales recibieron 28,9 millones de euros del Ministerio de Administraciones Públicas para financiar supuestos cursos de formación.

Es incuestionable que Cándido Méndez y Fernández Toxo mandan más que Zapatero a la hora de decidir las medidas que nos saquen de la crisis. Resulta patético que se les haga más caso a los mandarines de unos obsoletos sindicatos que al gobernador del Banco de España y demás organismos económicos internacionales. Los sindicatos no pueden ostentar tanto poder y ser tan arrogantes. Amenazar constantemente con el chantaje de una huelga general si no se les obedece no es ético. La economía de un país no puede depender de unos sindicatos que no tienen legitimidad alguna por disfrutar de unos privilegios inconcebibles en un país libre.

Hay cinco preguntas que todo empresario se hace cuando sufre el acoso sindical:

  1. ¿Por qué los sindicatos no viven de las cuotas de sus afiliados?
  2. ¿Por qué una empresa tiene que pagar la nómina a los liberados, personas que a veces perjudican con sus reivindicaciones excesivas a quienes les dan de comer?
  3. ¿Por qué unas organizaciones con una afiliación próxima al 10% representan en los convenios laborales al 100% de los trabajadores?
  4. ¿Por qué a los sindicatos les preocupa tanto la seguridad de los que ya tienen empleo y tan poco los que no logran acceder al mercado laboral?
  5. ¿Por qué a los sindicatos, en un país con 4,6 millones de parados, sólo se les ocurre cargar contra los empresarios, que son los únicos que pueden generar empleo?

Si el presidente sigue sumiso a unos sindicatos que no miran al bien del país sino a sus intereses corporativistas, la economía empeorará tanto que al final no habrá capacidad para mantener tanto subsidio. Si Zapatero no se enfrenta a sus propios complejos, la realidad impondrá inexorablemente su ley: habrá tantos descontentos que en este país de izquierdas, el PP logrará una cómoda mayoría absoluta. Es torpe no darse cuenta que el coste de votos de seguir con medidas de maquillaje va a ser mayor que exigir sacrificios ahora. ZP puede corregir el rumbo todavía si hace caso a los expertos económicos, ¡aunque coincidan con el PP! Atrévase y le irá mejor en las elecciones. No subestime la inteligencia del pueblo español.  

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