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José García Domínguez

El Mudito de Álava

¿O acaso aún ignora alguien que ante la variante criminal del nacionalismo, el PSOE es capaz de hacer cualquier cosa con la Ley, excepto cumplirla? ¿O no, agraciado Hidalgo?

Lejos de buscarle plaza en algún sanatorio ducho en amnesias preventivas, el Maquiavelo de Valladolid ha dado en premiar con un momio en Caja Vital al Mudito de Álava, sospechoso habitual también conocido por Víctor García Hidalgo. Una muy golosa canonjía apenas condicionada a que Hidalgo devenga capaz de recordar el número de cuenta donde la magia del interés compuesto deberá resarcirlo de sus patológicos lapsus. Y es que el PSOE, a diferencia del homo sapiens, nunca tropieza dos veces con la misma caja de Pandora.

El supremo error estratégico de Mister X, bien lo sabe Zapatero, fue descartar en su día la candidatura de José Amedo a la presidencia de Caja Castilla-La Mancha. Que Amedo no lo hubiera hecho mucho peor que el compañero Moltó, es seguro. Y que el dulce efluvio pecuniario de la sinecura habría curado sus episódicos accesos de incontinencia verbal, también. Sin embargo, por aquel entonces no repararon en el milagroso efecto balsámico de las terapias financieras de choque, un yerro que ahora se aprestan a enmendar con el afortunado García Hidalgo.

Un paciente cuyo cuadro clínico, por cierto, presenta paralelismos notables con la escatología hinduista. Como es sabido, para los hindús el misterio de la arquitectura del Cosmos constituye un asunto prosaico, de trivial simplicidad. Según ellos, el globo terráqueo descansa sobre un elefante, el elefante se sostiene sobre una tortuga, y la tortuga reposa encima de una serpiente. El único "pero" surge cuando se les pregunta quién se ocupa de aguantar a la serpiente; llegados a ese extremo, los fieles suelen mirar hacia otro lado y procuran cambiar de conversación. 

De idéntico modo, aquel fugaz e intenso romance de la Policía y ETA en las zahúrdas del Faisán sólo pudo apoyarse en la querencia de su jefe, el muy desmemoriado Hidalgo, que, a su vez, se sostenía en el ministro del Interior, quien, por su parte, sólo podía aferrarse al presidente del Gobierno. ¿Quién aguantaba, pues, a la serpiente y quién era aguantado por ella? He ahí la etiología de todos los males súbitos que sufre nuestro enfermo imaginario. ¿O acaso aún ignora alguien que ante la variante criminal del nacionalismo, el PSOE es capaz de hacer cualquier cosa con la Ley, excepto cumplirla? ¿O no, agraciado Hidalgo?

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