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Raúl Vilas

Contra la sanidad pública

Como siempre son los parias, a los que dice defender, los que más sufren el socialismo, obligados a pagar un sistema ineficiente, negándoles el derecho a decidir cómo y cuánto dinero dedican al gasto sanitario. Otra vez, la libertad.

Con la reforma sanitaria ha renacido el mesías negro que últimamente andaba un poco de capa caída. Si hace un año, tras llegar a la Casa Blanca, el advenimiento de Obama iba a traer la paz infinita a todos los rincones del mundo; ahora, por lo que leemos a izquierda y derecha de la prensa autóctona, salvará a cuarenta millones de menesterosos que morían cada día en las mugrientas esquinas de las inhumanas ciudades yanquis, abandonados a su suerte por las despiadadas aseguradoras controladas por una banda de fachas ricachos. Percepción falsa y demagógica muy bien armada por los millonetis de Hollywood, que esto de los titiriteros también es importado.

Detrás de la reforma no está la bonhomía de Obama, que tanto celebran sus entusiastas aduladores, sino exclusivamente su ideología. Efectivamente, en EEUU hay unos cuarenta millones de personas sin seguro médico, pero lo que no se dice es que en la mayoría no es porque no lo puedan pagar, sino porque no lo quieren pagar. Por ejemplo muchos jóvenes optan por ahorrar o destinar ese dinero a otros gastos que consideran prioritarios, al no temer por su salud de forma inmediata. Y nada molesta más a un socialista que un ciudadano tome decisiones libres y responsables sobre su propia vida, con el consecuente riesgo a equivocarse. O sea, la libertad. Ese es el quid de la cuestión. Quienes, minoría, realmente no pueden costearlo ya disponen del Medicare, además de la redes de caridad privada religiosas o laicas, mucho más eficientes y justas que la coerción estatal.

Lo de la sanidad pública es algo así como una verdad revelada por el altísimo que nadie se atreve a cuestionar. Y es que más allá de los escombros del Muro de Berlín, el socialismo sigue vigente en la mentalidad dominante. Si un político europeo propusiese privatizar la sanidad estaría cavando su tumba, jamás ganaría unas elecciones. Hasta los liberales de este lado del charco hemos renunciado a esta batalla, abrumados por la asfixiante intromisión del Estado en casi todos los ámbitos de nuestras vidas.

El discurso único es tan pueril como eficiente: si uno no recibe asistencia sanitaria se muere, por tanto este servicio debe ser prestado por el Estado y no el mercado. Es un derecho, claman. Sin embargo, no se aplica a necesidades más básicas y perentorias, como la alimentación, la vestimenta o la vivienda. Si uno no come se muere, y eso no justifica que todos debamos alimentarnos igual en comedores públicos. ¿O sí? Hay quien dirá que la sanidad es más cara que la comida. Falso. Cualquier persona gasta mucho más a lo largo de su vida en alimentarse que en curar sus enfermedades.

Me atreveré a decirlo, aunque sea casi una herejía. En España los políticos de todos los partidos cantan las bondades de la sanidad pública hasta la extenuación. También es falso. No dudo de que dispongamos de extraordinarios médicos, pero la gestión de este servicio es desastrosa. El trato que reciben los enfermos, deplorable. Tristemente, lo conozco bien. Lejos de la propaganda, el sistema público lo que hace es discriminar entre los usuarios. Funciona el clasismo, los enchufes, el amiguismo. ¿Quién no ha llamado a algún amigo médico para recibir una mejor atención? A veces hasta hay que escribir un artículo en la prensa local para ser atendido con un mínimo de dignidad. Sé de lo que hablo. Claro que hay mucha gente que no tiene estas amistades, ni una columna en el periódico de su ciudad, ni puede pagarse un seguro privado alternativo. Como siempre son los parias, a los que dice defender, los que más sufren el socialismo, obligados a pagar un sistema ineficiente, negándoles el derecho a decidir cómo y cuánto dinero dedican al gasto sanitario. Otra vez, la libertad.

Se invoca la igualdad para justificar un sistema que promociona todo lo contrario: sólo unos pocos pueden elegir. ¿Dónde han nacido los nietos del Rey, en un hospital público?

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