Las enseñanzas de Jesucristo, sintetizadas en los Diez Mandamientos, que según la Biblia Dios entregó a Moisés (Éxodo 20,1-17), son el mejor entorno para alcanzar una sociedad armónica, libre, democrática y que progresa.
Los Diez Mandamientos son el primer código ético que consigna los derechos humanos o naturales como base de la convivencia social. El quinto mandamiento dice "no matarás": reconoce el derecho a la vida de todo ser humano. El séptimo señala "no robarás": reconoce el derecho de propiedad.
El octavo: "No levantarás falso testimonio ni mentirás", pecado que se ha convertido en una constante entre quienes –al amparo de una mal entendida libertad de expresión– se dedican consciente y maliciosamente a inventar o deformar hechos en perjuicio de otros.
Las calumnias tienen un efecto parecido a romper una almohada de plumas en un bosque con viento. Es difícil recogerlas todas, quedan muchas sueltas. Recordemos el viejo dicho: "la pluma puede ser más dañina que la espada".
La calumnia va contra la dignidad humana, que es parte del derecho a la vida. Quien me calumnia o coarta mi libertad, atenta contra mi vida. La libertad de expresión es un derecho derivado del derecho a la vida, pero las calumnias cobijadas en la libertad de expresión, además de considerarse un pecado capital, deben ser castigadas en un régimen verdaderamente democrático.
El décimo mandamiento: "No codiciarás los bienes de tu prójimo" acentúa el derecho de propiedad y va más allá de las leyes que garantizan la propiedad privada. Considera pecado no sólo robar los bienes de otros sino envidiarlos, que es la antesala de tomarlos indebidamente.
El buen cristiano recuerda la muerte de Cristo en la Semana Santa y trata de vivir conforme a la moral cristiana, sintetizada en los Diez Mandamientos.