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Gina Montaner

Evo y las alitas de pollo

¿Acaso Evo Morales cree que la homosexualidad es un nuevo padecimiento que provoca el pollo frito Kentucky? Entonces, ¿cómo se explica este hombre que ya desde los tiempos de los griegos se hablaba del amor homosexual?

Ha ocurrido de nuevo. Evo Morales abrió la boca y la ha liado. A pesar de que el gobernante boliviano maneja un vocabulario limitado y apenas se le entiende cuando farfulla disparates, en esta ocasión el pez ha tocado fondo por las lindezas que han salido de su boca.

La semana pasada Evo Morales presidió en Cochabamba la Conferencia de los Pueblos sobre el Cambio Climático. Como era de esperar, sus amigos, los revoltosos Hugo Chávez y Daniel Ortega, se unieron a un evento que parecía más un aquelarre anti-capitalista con tintes folclóricos que una cumbre de dignatarios. Allí había mucha onda telúrica y el empeño en retornar a la semilla después de tantos siglos de ingenio humano que nos ha llevado hasta el progreso. A Evo sólo le faltó subirse a una pirámide precolombina y comenzar a arrojar las cabezas degolladas de sus enemigos.

Fue una suerte que a semejante barahúnda no acudieran ni europeos calvos ni gays, porque seguramente los habrían sometido a sacrificios humanos. Los primeros, por el pecado de haber ingerido alimentos transgénicos importados del imperio yanqui con el malvado propósito de propagar una alopecia planetaria. Los segundos, por haberse inflado a comer tanto pollo con hormonas femeninas que, dixit Evo, les ha hecha salir más plumas que a estas aves de granja, transformándose en hombres con una sexualidad desviada.

Evo Morales lanzó desde la tribuna sus enloquecidas hipótesis, evidentemente formuladas antes de la era de la Razón, atrapado para siempre en el reloj solar y las leyendas de los jaguares. Por mucha simpatía que le tenían la mayoría de los invitados, las risas y las cuchufletas estallaron frente a este bufón de feria que, en medio de la guasa, divulga ante su pueblo prejuicios y supercherías que alimentan las persecuciones a las minorías.

Los colectivos gays han reaccionado con indignación frente a la homofobia de este señor que no cesa de clamar por los derechos indígenas pero se los niega a otros. ¿Acaso Evo Morales cree que la homosexualidad es un nuevo padecimiento que provoca el pollo frito Kentucky? Entonces, ¿cómo se explica este hombre que ya desde los tiempos de los griegos se hablaba del amor homosexual? Sus obtusas palabras sólo pueden deberse a la ignorancia más obtusa y atávica.

En cuanto a los calvos, no se han tenido noticias de que alguna asociación los esté defendiendo del caprichoso señalamiento que Evo hizo de ellos para defender a la madre naturaleza. Se comprende que él se sienta orgulloso de un copioso pelo que evoca a Moe, uno de los Tres Chiflados que gastaba pelado de tazón. Nos congratulamos de que el presidente boliviano y muchos de sus compatriotas presuman de un cabello que sería la envidia de Vidal Sassoon, pero no hay razón para meterse con los pelones del otro lado del charco. Además, donde esté un calvo elegante sobra un melenudo paleto.

Ningún jefe de Estado del primer mundo saldría indemne después de decir las barbaridades que este personaje ha soltado sin el menor sonrojo. Sandeces menos graves le han costado el puesto a más de un presidente y han provocado una crisis institucional. Lamentablemente, el caso de Bolivia, como el de Venezuela y Nicaragua, es bien distinto.

Los festejos concluyeron y Evo Morales sigue profiriendo babosadas sin fundamento alguno. No me extraña. Unos días antes un clérigo de otra nación aliada, la Irán teocrática, afirmaba que los seísmos son la consecuencia de la promiscuidad de las mujeres modernas. Está claro que Dios los cría y ellos se juntan. Por eso soy agnóstica.

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