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Juan Morote

Tiranía del lenguaje

Reivindico mi derecho a pedir justicia a los ejecutados en Paracuellos, a pedir para los miles de católicos asesinados un respeto, y a exigir a quienes, en nombre de la República, llevaron a España a la guerra, las responsabilidades que les corresponden.

Nunca dejan de sorprenderme los sucesos que tienen lugar en los despojos de España. Me ha dejado estupefacto la diatriba que ha lanzado ese ser vivo, dizque humano, llamado María Antonia Iglesias contra Pilar Rahola. Iglesias, en quien no puedo pensar sin acordarme de Jabba en Star Wars, y a quien el decrépito del Olmo llamó "rata sectaria" a principios de los noventa, ha calificado a la nacionalista catalana de ser una "pro-judía, de los que practican el terrorismo militar contra el pueblo palestino".

Este es el precio que la izquierda paga a quienes se atreven a desafiar la tiranía de lo políticamente correcto. Vaya por delante que no estoy de acuerdo en casi nada con Pilar Rahola, nuestra visión republicana de España es diametralmente opuesta. Yo creo en la libertad y ella no. Tampoco pierdo cinco minutos del descanso dominical para ver La Noria. Ahora bien, me parece indignante la actitud tiránica de Iglesias frente a quien osa a no seguir sus dictados. Como todos los intransigentes, admite el derecho de los demás a opinar si es para mostrar aquiescencia a sus posturas. Eso no es otra cosa que intolerancia elevado al máximo exponente.

En el caso que nos ocupa, estoy en sintonía con Rahola, ya que considero insostenible el que se obligue a una mujer a ir por la calle con la cara tapada como si fuese una apestada, y también por cuanto escenifica un claro signo de sumisión al varón. Pero claro, aquí el feminismo de los progres es de salón. Siempre que la ofensa a la mujer venga de una cultura abiertamente contraria a la civilización occidental y a los valores que entraña, será bienvenida por la izquierda. Estos progres acomodados nunca admitirán que no serían lo que son, ni gozarían de las libertades que gozan, si no fuese por la herencia que nos legaron Roma y el cristianismo.

La tiranía del dictado de lo políticamente correcto lleva no sólo a la descalificación de quien osa posicionarse de otro modo, sino a justificar cualquier agresión al discrepante. Así, Rahola, ha sido víctima de una terrible agresión verbal por parte de Antonia Iglesias. ¿Quién es la intolerante? ¿Quién mantiene una actitud fascista? ¿La que expresa su opinión o quien no consiente que nadie se separe de la línea por ella marcada? Hace mucho tiempo que en este país hemos perdido los papeles. No hay nadie en la vida política que esté dispuesto a asumir un discurso coherente y fiel a la verdad de los hechos.

Nos hallamos inmersos en una ola de tergiversación creciente de lo acontecido en España entre el año 1931 y 1975. No digo, porque sería faltar a la verdad, que Franco no fuera un dictador parcialmente anacrónico, ni que no hubiera represión en los años cuarenta; sin embargo, del mismo modo reivindico mi derecho a pedir justicia a los ejecutados en Paracuellos, a pedir para los miles de católicos asesinados un respeto, y a exigir a quienes, en nombre de la República, llevaron a España a la guerra, las responsabilidades que les corresponden. La izquierda progre está ganando la batalla del lenguaje, esto es muy grave, porque se piensa con el lenguaje. Si el lenguaje nos traiciona, el pensamiento quedará traicionado.

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