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Juan Ramón Rallo

Si fuéramos una empresa privada, ya habríamos quebrado

Estamos avanzando hacia el abismo y todos siguen tocando la lira, aunque sospecho que la mayoría lo hace mientras se llena los bolsillos a costa de aquellos a quienes les queman sus hogares. Grecia sí está en el horizonte a menos que alguien rectifique.

Se felicita Paul Krugman de que España no esté tan mal como Grecia. El embustero Nobel ha escrito recientemente una anotación en su blog donde sostiene que España mantiene "su credibilidad fiscal", tal como demuestra que durante toda la crisis griega el coste de su deuda pública sólo haya aumentado en 25 puntos básicos.

No estaría de más que el propio Krugman o nuestro muy transparente Gobierno nos aclararan si este comentario ha estado motivado por, digamos, algún tipo de agradecimiento monetario o se debe una vez más a la empanada mental del estadounidense. Al fin y al cabo, el propio Nobel escribía hace unos meses que "el gran problema de la eurozona no es Grecia, es España. Es cierto, España está incurriendo en enormes déficits presupuestarios, pero eso es consecuencia de su colapso económico".

Estipendios al margen, lo cierto es que no sé dónde podemos encontrar una pizca de esa credibilidad fiscal de España que pregona Krugman. Es cierto que la relación de su deuda pública con el PIB sigue estando en torno al 55%, por debajo de la media de la Unión Europea, pero este dato aislado no significa nada. Déjenme citar a Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, dos economistas que han elaborado uno de los estudios más extensos sobre los impagos de deuda pública:

Sólo el 16% de los países que quebraron entre 1970 y 2008 tenían una deuda pública que superara el 100% del PNB; más de la mitad de todas las quiebras ocurrieron a niveles inferiores al 60% e incluso el 20% de las suspensiones de pagos se produjeron a niveles menores del 40%.

Podemos seguir echándonos deuda a la espalda con el pretexto de que todavía tenemos margen para alcanzar a Japón, cuyos pasivos soberanos copan casi el 200% de su PIB. Pero sólo estaríamos cavando nuestra propia tumba. No conozco a ninguna empresa que esboce una sonrisa cuando anuncia que sigue perdiendo irremediablemente dinero pero que, al menos, todavía posee cierto margen de endeudamiento para conseguir pagar los salarios de sus trabajadores.

Porque la situación de España es exactamente ésa: una empresa que pierde año tras año 120.000 millones de euros (déficit presupuestario), que tiene una deuda pendiente de 550.000 millones (deuda pública), con un quinto de la plantilla cobrando y durmiendo al Sol (desempleo del 20%), con unos inviables compromisos futuros en concepto de pagos de pensiones a sus trabajadores (Seguridad Social en quiebra) y a la que no le queda más remedio que endeudarse para poder hacer frente a sus gastos corrientes y obligaciones pasadas (gastos presupuestarios y refinanciación de deuda). Todo ello con varios agravantes: las pérdidas anuales de esa empresa, lejos de reducirse, han crecido hasta marzo casi un 20%; los consumidores que deberían adquirir los productos de esa empresa (los contribuyentes que pagan impuestos) tienen unas deudas que son dos veces superiores a sus ingresos anuales (una deuda privada del 190% del PIB), y los bancos que prestan a la empresa están casi quebrados (sistema financiero español). ¿Credibilidad fiscal? Tanta como Krugman debería poseer credibilidad económica.

Es increíble que estemos avanzando hacia el abismo y todos sigan tocando la lira, aunque sospecho que la mayoría lo hace mientras se llena los bolsillos a costa de aquellos a quienes les queman sus hogares. Grecia sí está en el horizonte a menos que alguien rectifique: catástrofe o sacrificio. Lean el plan de ajuste del país heleno para ver qué se nos avecina: recorte de sueldo a los funcionarios, paralización de las contrataciones durante tres años, rebaja de las pensiones en un 15%, segunda subida del IVA hasta el 23%, incremento de los impuestos especiales y congelación salarial del sector privado. Todo lo cual, probablemente, ni siquiera sea suficiente. El futuro de los griegos es trabajar más para vivir peor, todo por cortesía de unos políticos y sindicatos que se fundieron la riqueza futura de los helenos durante más de una década. Exactamente como aquí en los últimos tres.

En España vamos por el mismo camino de la mano de los Zapateros, Salgados, Toxos y Rajoys. Como digo, si fuéramos una empresa ya habríamos quebrado hace meses.  Y no se crean que la ficción del Estado, por mucha capacidad para expoliar que posea, puede durar eternamente. Ni siquiera con maporreros como Krugman.

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