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Emilio J. González

Tarjeta amarilla para ZP

A Zapatero no le queda más remedio que olvidarse de sus planes de compra de votos y hacer los deberes de una vez porque el castigo que le espera a España si no cumple es perder la ayuda y forzar su salida del euro.

Como a los futbolistas marrulleros, Alemania acaba de sacar tarjeta amarilla a ZP. Con la aprobación el pasado domingo del fondo de rescate de la Unión Europea, los germanos dan una nueva oportunidad a España y Portugal, a cuyos gobiernos culpan de manirrotos, de seguir en la primera división europea, esto es, en el euro, pero les han dado a ambos países un claro aviso: o se comportan como deben en términos presupuestarios o se van a la calle. Y para ello, como los árbitros escamados con la actitud de un jugador, van a estar vigilando permanente sus movimientos y, a la menor que hagan, les sacan tarjeta roja. ¿Qué quiere decir todo esto para ZP?

Lo primero que implica el aviso que ha dado la canciller Angela Merkel es que el ajuste presupuestario anunciado este fin de semana por la vicepresidenta económica, Elena Salgado, es insuficiente. Ya que van a pagar las facturas de los platos rotos por otros, los alemanes quieren que el Gobierno se deje en paz de tonterías y que añada bastante más al medio punto adicional de recorte en el déficit público para este año y al punto extra en 2011. Cosa lógica, por otra parte, ya que esos nuevos objetivos son una nadería. España puede y debe ser más ambiciosa en su estrategia de reducción del desequilibrio en las cuentas públicas. Zapatero, sin embargo, no quería ir más allá por dos razones fundamentales. La primera de ellas es que como el PP y casi todos los analistas le han dicho que profundice en el recorte del gasto, él, por sistema, porque es así, se ha negado. La segunda obedece a motivaciones políticas. No hay que olvidar que, en 2011, se van a celebrar en nuestro país elecciones municipales y autonómicas cuyo resultado va a condicionar las elecciones generales de 2012. En esos comicios, el PSOE parte como perdedor, según las encuestas de intención de voto que se van publicando. Sin embargo, Zapatero no está por la labor de aceptar una derrota y, mucho menos, de que los del PP puedan desalojarse de ese poder que tanto le gusta. Por ello quiso limitar los objetivos de recorte del déficit para este año y el próximo ya que ello le permitiría desplegar sus ya más que conocidas políticas de compra de votos con cargo a los presupuestos del Estado. Sin embargo, su estrategia ahora se le puede ir al garete.

A Merkel, que no profesa adoración por ZP precisamente, los problemas electorales del presidente del Gobierno le traen al fresco. Es más, seguro que se alegraría de presenciar su caída en las urnas después de todos los feos y desplantes que Zapatero ha tenido para con ella. Por este motivo, y porque Merkel se debe a sus electores, no le va a pasar ni una. Así es que a Zapatero no le queda más remedio que olvidarse de sus planes de compra de votos y hacer los deberes de una vez porque el castigo que le espera a nuestro país si no cumple con lo que le exijan nuestros socios europeos para evitar la suspensión de pagos es dejar de ayudarle y forzar su salida del euro. Si ZP ya lo tiene difícil para revalidar su mandato en las urnas, mucho más lo tendrá con la crisis económica y social a que daría lugar la suspensión de pagos de nuestro país y la salida del euro. Así es que, le guste o no, o hace lo que tiene que hacer, o a Zapatero le van a condenar los líderes europeos a los infiernos. Por desgracia, a España también.

En consecuencia, Zapatero y su Gobierno van a tener que demostrar a partir de ahora más ambición en el ajuste presupuestario. La cuestión es cómo lo va a hacer. De entrada, eso va contra su forma de pensar. Además, sus amigos los sindicatos ya se han manifestado en contra de recortar el gasto público e, incluso, de la Unión Europea si exige reducciones drásticas que, sin duda, les van a afectar porque supone acabar con las dádivas y mercedes multimillonarias que les ha otorgado ZP. Y después está la cuestión de las autonomías. Para cumplir con las exigencias que nos vengan de Europa, el Gobierno no va a tener más remedio que apretar el cinturón a todas y cada una de ellas, lo cual no le va a resultar fácil y menos aún en el caso de Catalunya, en donde al problema de la sentencia del Estatut se tendrá –o tendría, porque con ZP nunca se sabe– que sumar un recorte importante del dinero que recibe del Estado, una cuestión que puede ser poco menos que ‘casus beli’, entre Moncloa y la Generalitat y entre el PSOE y los partidos catalanes. Todo lo cual parece demasiada tarea para un presidente tan desgastado políticamente como el nuestro y que, además, está amenazado de tarjeta roja si no se comporta como debe. ¿Solución? Que opinen los españoles a través de las urnas.

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