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EDITORIAL

Adiós a Garzón

Garzón se ha situado en las antípodas de lo que debe ser un juez, y por tanto será un alivio que no vuelva a ejercer como tal.

El Consejo General del Poder Judicial ha decidido, de forma unánime, cumplir la ley y suspender temporalmente a Garzón de su juzgado. No podía ser de otro modo, pues una vez rechazadas las maniobras dilatorias del abogado del ex número 2 en la lista del PSOE por Madrid su suspensión era automática, según marca la ley. Los miembros del CGPJ podían haber optado por apartarlo antes, pero han preferido no hacerlo hasta que no hubiera más opción. No les librará de las iras de la izquierda, cada día más sectaria, iletrada y emocional.

En Libertad Digital hemos mantenido durante años, mucho antes de que se abriera ninguna de las tres causas que tiene actualmente en el Supremo, que Garzón era indigno de vestir toga. Antes de que abriéramos nuestras puertas, el juez estrella ya había dado muestras de su concepción de la Justicia y su desmedido ego, cuando tras acusar al Gobierno socialista de terrorismo de estado no tuvo problemas en presentarse en las listas del PSOE. Sólo cuando le negaron un ministerio abandonó el parlamento y volvió a su juzgado para intentar procesar a quienes poco antes consideró dignos compañeros de partido. Pese a sus meritorios esfuerzos en su lucha contra ETA, volvió a dejarse llevar por su afán de protagonismo con su empeño de encarcelar a dictadores extranjeros de extrema derecha, mientras rechazaba las demandas interpuestas contra dictadores de extrema izquierda.

Fue por aquel entonces cuando rechazó una querella contra Carrillo, en justa aplicación de la Ley de Amnistía. Siendo el ex responsable de las checas madrileñas de extrema izquierda, no consideró que hubiera razón jurídica para encausarlo. Cerca del final de la segunda legislatura de Aznar comenzó a significarse escribiendo, como juez, contra el apoyo de España a la guerra de Irak. Una vez llegado al poder Zapatero, fue el principal valedor del proceso de rendición ante el terrorismo, manchando su toga, no ya en el polvo, sino en el barro del camino; su actuación en el caso Faisán, siendo la más escandalosa, no fue la única.

Pero a lo largo de estos años, su fama y el corporativismo le permitieron salir de rositas en más de una investigación. Ha tenido que ocurrir algo tan claro como su doble vara de medir en su causa general contra el franquismo, en que no sólo se desdijo de todos sus argumentos jurídicos para no encausar a Carrillo, sino que tuvo que subvertir el proceso penal para continuar con la causa pese a que las personas que quería encausar estaban muy notoriamente muertas.

Careciendo de argumentos jurídicos para defender al juez estrella, la izquierda se ha dedicado a lo único que sabe hacer: agitar emociones. Garzón estaba siendo perseguido nada más y nada menos que por atreverse a investigar el franquismo. Pero lo único que sucedía es que se le encausaba porque, siendo juez, nada más y nada menos que juez, había violado la ley. Aquellos que se sumaron al linchamiento de Gómez de Liaño –que tuvo que irse a Europa para lograr que se hiciera justicia–, acusaron al Supremo y en concreto al juez Luciano Varela, de izquierdas, de ser nada menos que franquistas. Esa es nuestra izquierda: la más cavernícola de los países de nuestro entorno.

Aunque resulte arriesgada cualquier predicción relacionada con Garzón, parece improbable que regrese a la Audiencia Nacional. Raro sería que con tres causas abiertas por prevaricación ninguna acabara en condena, lo que conlleva una pena de diez a veinte años de inhabilitación. Teniendo Garzón cincuenta y cuatro años de edad, sólo un indulto le impediría jubilarse fuera de la judicatura. Si así sucedieran, no seremos nosotros quien lo echemos de menos. En Libertad Digital creemos que los jueces deben cumplir y hacer cumplir la ley, tal y como está escrita y aprobada en un parlamento democrático, sin inventarla a cada paso ni violarla por una causa que consideren superior. Garzón se ha situado en las antípodas de lo que debe ser un juez, y por tanto será un alivio que no vuelva a ejercer como tal.

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