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José Carlos Rodríguez

El capitalismo bien, gracias

Ya no se habla de refundar el capitalismo. Se hacen las cuentas, se calcula qué reforma, de todas las convenientes, será la que menos moleste a los electores, y adelante. Al final, lo que quedan son los excesos de la política.

Aquella reunión del G-20 en noviembre de 2008... ¿se acuerda? Zapatero, que había despreciado el intento de Aznar de que España entrara en el G-8, se planteó incluso ir como parte de la delegación brasileña con tal de colarse en la reunión. Se arrodilló ante el demócrata Hu Hintao y nuestro monamí Sarkozy, que finalmente le coló de rondón. Y eso que la había organizado BelceBush. Aquella reunión, anegada por discursos anticapitalistas de líderes de países capitalistas, iba a ser el nuevo Bretton Woods. Sarkozy dijo que había llegado la hora de "refundar el capitalismo". Y a lo que hemos llegado es a que lo que hay que re-fundar, son los Estados, los Estados sin crédito, como el español.

La izquierda española, la que todavía se duele de la caída del muro, no tuvo pudor en sacar a la luz su rencor histórico por aquella conquista de la libertad y dijo que la crisis, recién estrenada, era la caída del muro del capitalismo. Cuando los pocos muros que se erigen en países capitalistas ¡son para evitar que lleguen en masa quienes migran hacia él como quien va a la tierra prometida! Pero ni muro ni refundación. El capitalismo bien, gracias. Está en plena purga, zafándose de todos los excesos firmados por los presidentes de los bancos centrales. El capitalismo tiende al equilibrio, y un zurriagazo en forma de liquidez y crédito sin respaldo no podía dejarle indiferente. Pero luego vuelve a su ser, liquida todos los malos proyectos y vuelve a enriquecernos a todos, incluso a los más desagradecidos.

Los inversores, que no se dejan engañar por los políticos cuando se trata de su propio dinero, desconfían de la deuda española. Ese hecho ha forzado a Zapatero, ¡a Zapatero!, a hablar a los españoles de la gravedad de la crisis y de la necesidad de hacer recortes. Tal es el poder del capitalismo para repartir buen sentido incluso a quien siente un rechazo visceral hacia la realidad, como nuestro presidente. Ya no se habla de refundar el capitalismo. Se hacen las cuentas, se calcula qué reforma, de todas las convenientes, será la que menos moleste a los electores, y adelante. Al final, lo que quedan son los excesos de la política, el gasto sin medida, y sin más sentido que la compra de votos.

Y, al final, lo que se ha colado por el sumidero de esta crisis no es el capitalismo sino el discurso de la izquierda, que ni entiende de dónde viene la crisis, ni acepta su propia responsabilidad en ella y se ve forzada a desdecirse, como Zapatero, por el peso de la realidad. En contra de lo que se dijo en su momento, esta crisis económica será una crisis, una más, de la izquierda.

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