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Ignacio Moncada

El tijeretazo

Reducir el gasto público no sólo era obligado, sino que lo que hemos visto es sólo el comienzo. El doloroso proceso de recortes tendrá que ser proporcional al derroche descontrolado de los últimos años.

Séneca dejó escrito que no hay viento favorable para quien navega sin rumbo. Dos milenios después, sigue siendo la más brillante descripción de la ideología zapaterina. Tras seis años de viaje hacia el abismo, el presidente del Gobierno de España ha dado un sonoro golpe de timón hacia la nada. Zapatero anunció el mayor recorte de gastos sociales de la España democrática en 120 segundos, haciéndose toda una enmienda a la totalidad a sí mismo. Nunca se vio una refutación tan integral a sus seis años en La Moncloa, a todas sus palabras y actos hasta la fecha, como hizo él mismo en dos minutos. El Congreso de los Diputados enmudeció en un coro de bocas abiertas mientras presenciaba el mayor acto de autodemolición política jamás visto.

El Gobierno ha estado defendiendo su gestión de la crisis económica con dos armas dialécticas: criticando el intento de flexibilización del mercado laboral por el PP conocido como el ‘decretazo’; y acusando de barbarie a Aznar por atreverse a congelar los sueldos de los funcionarios en su primer año de mandato. Ese "al menos no recortaremos gastos sociales" que el PSOE convirtió en su principal activo estratégico acaba de arder en la pira de la improvisación zapaterina. El ‘decretazo’ sería ahora un sueño, y la congelación de sueldos de funcionarios casi una bendición. Para Ignacio Camacho, de ABC, esta escenificación representa a la perfección la esencia misma de Zapatero, "cuyos criterios más sólidos duran apenas unas semanas; los menos comprometidos se disipan en cuestión de horas".

Lo que hemos vivido es el sueño de toda oposición. La incoherencia es el arma de destrucción masiva en la política, y esta vez ha venido en bandeja de plata. El ‘tijeretazo’ es el símbolo que condensa los seis años de contradicciones en los que se ha permitido el desmoronamiento económico de un país por el interés político de una sola persona. Es el resumen de cómo los errores se pagan con dolor. Porque la borrachera de gasto público que ha comandado Zapatero se ha encontrado de bruces con el precipicio de la suspensión de pagos, y a la hora de recortar ha preferido meterle la tijera a los más débiles para mantener a los suyos intactos.

Reducir el gasto público no sólo era obligado, sino que lo que hemos visto es sólo el comienzo. El doloroso proceso de recortes tendrá que ser proporcional al derroche descontrolado de los últimos años. Ahora la oposición tiene que ocuparse de explicar a los ciudadanos que este proceso tan duro no habría sido necesario si se hubiera frenado a tiempo la política de las manos rotas. No habría habido que bajar el sueldo a los empleados públicos ni congelar las pensiones si se hubiera contenido la expansión irracional del gasto; ni si se hubieran introducido las reformas necesarias para flexibilizar el mercado laboral y aumentar nuestra competitividad frente al exterior. Pero los ciudadanos hemos elegido a un gobernante que no sabe hacia dónde tiene que ir. Y éstas son las consecuencias.

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