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Herramientas que no se usan

Las restricciones al empleo de los battlegroup son fruto de las dificultades en la toma de decisiones, de la vaguedad sobre las áreas de actuación, de las dificultades para la generación de fuerzas y sobre todo de la carencia de voluntad política en la UE

Cuando España finalice su presidencia europea, el Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad de Bétera se activará para liderar un battlegroup o agrupación táctica de la Unión Europea, desde julio hasta diciembre de este año. Los denominados battlegroups de la UE son pequeñas unidades de reacción rápida, eficaces, creíbles y coherentes de hasta 2.400 efectivos, con la capacidad de proyectarse con rapidez como respuesta a una crisis, bien como una fuerza autónoma, bien como parte de una operación más extensa que haga posible fases de seguimiento. Si se llega a adoptar la decisión de iniciar una operación, las fuerzas empezarían a llevar a cabo su misión in situ a más tardar en diez días. Al menos en teoría, porque en la práctica la UE jamás ha llegado a desplegar ningún battlegroup desde que en enero 2007 alcanzaran su plena capacidad operativa. Desde entonces, Europa tiene cada semestre natural dos battlegroups dispuestos a actuar.

Si se trata de una herramienta que no se usa, ¿para qué sirve? La misma pregunta se hicieron los suecos durante el segundo semestre de 2009, cuando asumieron la presidencia europea e intentaron lanzar un debate que diera sus frutos. Recordaban como un año antes se gastaron 100 millones de euros para liderar una agrupación táctica que nunca se usó. Intentaron su despliegue en el contexto de la crisis de Darfur, pero como era de esperar los miembros de la Unión no se pusieron de acuerdo. Y ha habido más oportunidades desperdiciadas para este invento europeo –aunque el concepto está inspirado en la Fuerza de Reacción Rápida de la OTAN (NRF)– y que en teoría constituye el núcleo fundamental de la Unión para actuar de forma creíble como actor político internacional.

Ahora el PSOE, con Cuadrado a la cabeza y movido por el terremoto de Haití, acaba de presentar una iniciativa ante el Congreso de los Diputados en la pide que se facilite la plena disponibilidad de los battlegroup de la Unión Europea para su utilización como recurso de reacción rápida ante emergencias y catástrofes humanitarias. Una petición cuanto menos extraña porque pide utilizar un recurso que lleva casi tres años esperando a usarse para un amplio abanico de misiones, y tardía porque podía haber aprovechado la presidencia española de la UE que llega a su fin. Es además muy vaga porque estas agrupaciones en teoría abarcan un amplio espectro de escenarios que no descarta la ayuda humanitaria de urgencia ante catástrofes. Son otros los verdaderos problemas y el verdadero debate. Las restricciones al empleo de los battlegroup son fruto de las dificultades en la toma de decisiones, de la vaguedad sobre las áreas de actuación, de los problemas de desplazamiento logístico del material, de las dificultades para la generación de fuerzas y sobre todo de la carencia de voluntad política en la Unión. El señor Cuadrado debería haber centrado más la iniciativa.

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