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EDITORIAL

Entre la complicidad y la cobardía

La reacción del Gobierno de Zapatero ante los ataques que recibimos de regimenes populistas y dictatoriales como Argentina, Marruecos o Bolivia sólo oscila entre la complicidad y la cobardía.

Nuestro Gobierno ha vuelto a dejar de manifiesto que su política exterior oscila entre la complicidad y la cobardía ante las últimas provocaciones a España de Estados liberticidas y tercermundistas como los que padecen Argentina, Marruecos o Bolivia.

Así, el Ejecutivo de Zapatero ha dado la callada por respuesta ante las bochornosas e insultantes declaraciones que ha realizado la presidenta de Argentina contra la Justicia española aprovechando su estancia en nuestro país para asistir a la cumbre UE-América Latina. Que Fernández de Kirchner, tras visitar al juez suspendido y presunto prevaricador Baltasar Garzón, se permita denigrar tanto al Tribunal Supremo de nuestro país como a su Consejo General del Poder Judicial al calificar la suspensión y el proceso del "juez estrella" como una "regresión en la concepción de la justicia universal en materia de derechos humanos", merecería que nuestro Gobierno formulase una firme protesta diplomática que no descartara una llamada a consultas de nuestro embajador. Pero, ¿qué reacción en defensa de la dignidad y la independencia de la Justicia española cabe esperar de un Gobierno como el de Zapatero cuando alguno de sus integrantes y del PSOE han participado en el aquelarre guerracivilista y totalitario contra el Tribunal Supremo en defensa del presunto prevaricador?

Un reacción similar en defensa de nuestra soberanía e integridad territorial merecerían las declaraciones que el primer ministro de Marruecos, Abás El Fasi, ha pronunciado en una sesión plenaria de la Cámara de Representantes marroquí, y en las que ha reclamado "abrir un diálogo" para "poner fin a la ocupación de estas dos ciudades marroquíes –en referencia a Ceuta y Melilla– y de las islas vecinas expoliadas". Ante este exabrupto, la vicepresidenta española Fernández de la Vega se ha limitado a declarar, a un medio de comunicación español, que nuestro Gobierno no se cuestiona la integridad ni la españolidad de estas ciudades para, acto seguido, insistir, sorprendentemente, en que "tenemos una muy buena relación con Marruecos". Sin embargo, ¿cómo se puede defender una "muy buena relación" con un país cuyos máximos dirigentes acaban de acusar a nuestro país de "ocupar" y "expoliar" territorios que, en realidad, siempre han formado parte de España y que ya eran españoles en tiempos en que ni siquiera existía Marruecos?

Baste, sin embargo, recordar la pasividad del Ejecutivo de Zapatero ante las intolerables protestas marroquíes que se produjeron con ocasión de la visita del Rey de España a estas ciudades españolas para que no quepa esperar ahora tampoco protesta alguna.

Otro tanto se puede decir, finalmente, de las bochornosas declaraciones que ha hecho el populista y liberticida dirigente boliviano Evo Morales, también de visita oficial en nuestro país, contra el principal partido de la oposición español, al que ha acusado, nada menos, que de "financiar" un "golpe de Estado" contra su gobierno. El PP sólo ha podido despacharse, por boca de Soraya Sáenz de Santamaría, con un retórico "¡qué podemos esperar de quien advierte de los riesgos de comer pollo!", en referencia a unas declaraciones en las que Morales relacionó las "desviaciones sexuales" con el comer "pollo hormonado".

¿Y qué amparo al PP podemos esperar –nos preguntamos nosotros– de un Gobierno como el de Zapatero, cuando por boca de su propio ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos y en declaraciones a RTVE, acusó al anterior Ejecutivo de Aznar de respaldar un golpe contra Hugo Chávez? Conviene recordar que la única vez que Zapatero ha defendido al PP de acusaciones de dirigentes extranjeros, no lo hizo por sentido de Estado, sino forzado por el célebre "¡por qué no te callas!" que el Rey espetó a Hugo Chávez.

En definitiva, no son sólo la Justicia, Ceuta y Melilla o el principal partido de la oposición quienes salen malparados, sino todo nuestro país. Está visto que la reacción del Gobierno de Zapatero ante los ataques que recibimos de regimenes populistas y dictatoriales sólo oscila entre la complicidad y la cobardía.

En España

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