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GEES

Segunda caída del Muro

Las políticas que recomienda, habiendo llegado la situación a un callejón sin salida, son liberales, no por convicción sino porque ante la gravedad no hay más remedio que hacer las cosas científicamente.

A pesar de las abundantes y confusas interpretaciones, lo que acaba de suceder en Europa es la segunda caída del Muro. Sin embargo, estamos una vez más por la inutilidad de algunos y la pereza de todos, a punto de ganar la guerra ideológica y perder la carrera de la propaganda.

El socialismo se divide en dos: el socialismo real o comunismo –cien millones de muertos– y, por contraposición, el socialismo "ficticio" o socialdemocracia, equivalente a ruina y pobreza por empeñarse en prejuicios irrazonables y en una economía no científica. Pero no importa porque lo que cuenta, como con el comunismo, no es el resultado, sino el "ideal".

El resultado del "ideal", hechos son amores y no buenas razones, es el siguiente.

El 2 de mayo, fecha señalada, los dirigentes europeos decidieron hacer como que rescataban a Grecia violando la cláusula que lo prohíbe en el tratado de funcionamiento de la UE. La razón: que Grecia había quebrado. El resultado no pudo ser más deplorable porque los que financian las deudas espectaculares de los países del euro no tragaron, y además de caer las bolsas, los diferenciales de los intereses reclamados por comprar deuda de los estados problemáticos se dispararon. El 9 de mayo, fecha señalada por la Declaración Schuman creadora del invento europeo, ante la insuficiencia de lo anterior, de la quiebra de España –sí, de España– y del riesgo de contagio, se aprobó un enorme plan de respaldo vía garantías dudosamente justificadas por la cláusula de fuerza mayor de los tratados a todos los miembros del euro. Evidentemente, ninguna de las dos ayudas era incondicional.

El dinero lo estaban poniendo los europeos más solventes pero también el FMI participado en un 17,1% por los Estados Unidos de Obama. La condición europea es el recorte del gasto público que se está viendo replicado no sólo en España y Portugal, sino en los demás participantes del euro, y hasta en Inglaterra. Junto con ello se refuerza el pacto de estabilidad que limita los gastos públicos en términos que no pueden ser más liberales y menos socialistas.

La condición de USA, para evitar que sus bancos prestamistas se vean afectados y su recuperación económica se ponga en entredicho, es la reforma de las escleróticas economías –socialistas– europeas. De ahí el supuesto informe del FMI que es en realidad la parte del contrato que España debe cumplir para seguir contando entre las naciones civilizadas.

Lo que dice no es ni nuevo ni sorprendente ni socialista. Hay que reformar el mercado laboral quitando poder a los sindicatos que, no nos entiendan mal, a nosotros nos fascinan porque no los había en la URSS ni los hay en Cuba, pero en su justa medida. Hay que seguir con los recortes, hay que privatizar las cajas, y hay básicamente que dejar respirar a la economía, porque, intervenida, es decir, socialista, no rige.

Queda un punto que no menciona el FMI pero que aclara tanto la tendencia actual de los países europeos, como una retahíla de reportajes en el diario El País, poco sospechoso de liberalismo, y en el informe reciente de sabios de la UE dirigido por Felipe González, también escasamente liberal, en todos los sentidos de la palabra. ¿De qué se trata?

De la insostenibilidad del estado del bienestar. El informe de sabios llega a apuntar a la auténtica liberalización de los servicios frustrada cuando la directiva Bolkestein fue rebautizada por el socialismo europeo como directiva Frankestein y no cumplió con los objetivos, liberales, de los tratados. Continúa llamando la atención sobre la incapacidad demográfica para sustentar el modelo de pensiones llamado de reparto en el que usted paga a cambio de que a un sujeto le obliguen a pagar cuando se retire usted. ¿Qué hay cuando por la demografía el sujeto en cuestión no lo han generado sus padres? Ídem con la sanidad que exige una base impositiva y un número de ocupados imposible de lograr con políticas socialistas que rehúyen del mercado. Y, por último, insisten, al menos el informe, en la falta de incentivos de las políticas –socialistas– europeas para el trabajo por la intervención pública y las ayudas extendidas a los que pueden valerse por sí mismos y a los que no, por igual, en flagrante contradicción con, precisamente, el principio de igualdad.

Este es el panorama. Y la dirección marcada por todas las instituciones, el FMI en cabeza, tan odiado como atacado por los altermundialistas –otro mundo es posible ¡y tanto!– es liberal, o sea, no socialista.

El socialismo ha vivido ideológicamente y puede permanecer en el poder eternamente si no se denuncian sus contradicciones, hipocresías y mentiras. Y para muestra un botón: lo dirige un socialista francés. Pero las políticas que recomienda, habiendo llegado la situación a un callejón sin salida, son liberales, no por convicción sino porque ante la gravedad no hay más remedio que hacer las cosas científicamente. Ya está bien de demagogias: el socialismo ha muerto. Es hora de denunciarlo y ser civilizados, o sea, liberales.

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