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Walter Williams

La crueldad del salario mínimo

Uno de los efectos de una ley de salario mínimo es que quienes primero pierden su empleo son los trabajadores menos cualificados, en cuya categoría los adolescentes están desproporcionadamente representados.

¿Qué es lo que piensa que le permite a un trabajador de la Samoa americana disfrutar de un nivel de vida más alto? ¿Un salario de 3,26 dólares la hora o un salario de 7,25 dólares la hora que no puede percibir por encontrarse en el paro? Todo el mundo pensará que se trata de una pregunta estúpida. ¿Quién iba a apoyar que la gente estuviera desempleada en lugar de tener un trabajo de 3,26 dólares la hora? Pero ese es precisamente el resultado de los incrementos del salario mínimo promulgados por el Congreso en 2007. Chicken of the Sea Internacional trasladó sus operaciones de la Samoa a una planta de fabricación de conservas muy automatizada en Lyons, Georgia. Eso generó una pérdida de 2.000 empleos en la Samoa y un incremento de 200 empleos en Georgia.

Teniendo en cuenta el bajo coste de la vida en la Samoa, esos 3,26 dólares permitían a la plantilla un nivel de vida más alto que el de sus vecinos de las otras islas. Ahora estos trabajadores están parados. Lo peor es que Starkist, la competencia de Chicken of the Sea, podría irse también de la isla. Si eso ocurre, las subidas del salario mínimo habrán costado más de 8.000 puestos de trabajo en las conserveras de la Samoa y las industrias del ramo; eso representa casi la mitad de su población en edad laboral. El estándar de vida samoano se reducirá aún más a causa del aumento del coste de los bienes que importa. Los buques que transportan productos de Estados Unidos u otros lugares hasta Samoa ya no irán tan cargados en sus viajes de vuelta, lo que encarece el transporte por la pérdida de economías de escala.

El empleo en la industria conservera floreció en la Samoa debido a su ubicación y a que era uno de los pocos territorios americanos exentos del salario mínimo. Incluso los incrementos del salario mínimo propuestos en 2007 declaraban en principio exenta a la Samoa. Dado que Del Monte, la matriz de Starkist, tiene su sede en el distrito de San Francisco de la presidenta Pelosi, y dado que Chicken of the Sea está radicada en el sur de California, los republicanos se hartaron de denunciar que la petición de Pelosi de dejar exenta a la Samoa de las subidas del salario mínimo reflejaba un pago en forma de favores políticos y suponían un conflicto de intereses. Yo también lo creí así, pero eximir a los residentes de la Samoa Americana de las subidas del salario mínimo habría sido el acto más compasivo a falta de la derogación del salario mínimo.

El efecto del salario mínimo sobre el paro no se restringe a la Samoa Americana, sino que también afecta al continente estadounidense. El paro adolescente total se sitúa en un récord del 25 por ciento, mientras el desempleo entre los adultos ronda el 10 por ciento. También registra un máximo histórico la tasa de paro entre los varones adolescentes negros, que ya alcanza el 50 por ciento. Cabe preguntarse por qué el desempleo entre los adolescentes, especialmente entre los adolescentes negros, es mucho mayor que el desempleo adulto. La respuesta es simple. Uno de los efectos de una ley de salario mínimo es que quienes primero pierden su empleo son los trabajadores menos cualificados, en cuya categoría los adolescentes están desproporcionadamente representados y por tanto, son los más afectados por los salarios mínimos. Los adolescentes negros están a su vez sobrerrepresentados entre los adolescentes con baja cualificación y por tanto comparten una mayor carga de los salarios mínimos.

De hecho, otro de los efectos más dañinos de las leyes de los salarios mínimos es que reducen el coste de la discriminación racial; estas normas son una de las herramientas más eficaces en los arsenales de los racistas de todos lados, como demuestran tan sólo un par de ejemplos. Durante la época del Apartheid de Sudáfrica, sus sindicatos racistas fueron los principales partidarios de los salarios mínimos para los negros. La Junta Salarial de Sudáfrica decía: "el método consiste en fijar una tarifa mínima de una ocupación u oficio tan alta que los no nativos serán los contratados". En Estados Unidos, a raíz de la huelga del sindicato de caldereros del ferrocarril, cuando un tribunal arbitral decretó que los negros y los blancos debían percibir igual salario, los sindicalistas blancos expresaron su alegría diciendo: "Si la empresa hace esto, el incentivo de contratar a los negros desaparece, con lo que la huelga no habrá sido en vano".

Trágicamente, los salarios mínimos cuentan con el apoyo incuestionable de personas sin malas intenciones pero con poco conocimiento de la realidad y que así se convierten en los tontos útiles de los charlatanes, los estafadores y los racistas.

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