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Jeff Jacoby

¿Quién genera la crispación?

Ben Baldanza, presidente de Spirit Airlines, sostiene que obligar a todo pasajero a pagar por el equipaje de mano sería igual que si McDonald's obligara a todos los clientes que compren una hamburguesa a pagar también las patatas.

Spirit Airlines generó más de un mosqueo cuando anunció en abril que iba a empezar a cobrar al pasajero entre 20 y 45 dólares por el equipaje de mano que fuera demasiado grande para caber debajo de sus asientos. Uno de esos mosqueos confundidos fue el de Ray LaHood, secretario estadounidense de Transportes, que declaró "indignante" la nueva tasa del equipaje de mano de Spirit y masculló: "Vamos a presionar a la aerolínea por esto. Porque tenemos la obligación de hacerlo y tenemos la capacidad de hacerlo". Al pedírsele que caracterizara el cambio de política de la aerolínea, LaHood afirmaba: "Yo no creo que se preocupen por sus clientes".

Según su biografía en la web del Servicio de Transportes, toda la carrera de LaHood ha transcurrido en la nómina del Estado; carece de experiencia empresarial de cualquier tipo. Tal vez eso explique su crítica gratuita de que Spirit, una empresa con fines de lucro en un sector altamente competitivo, puede elevar sus honorarios sin tener en cuenta la reacción del cliente. Tal vez LaHood imagine que el pasajero, como los contribuyentes, no tiene otra elección que pagar por lo que se les ordena que paguen. Toda una vida en el sector público puede haber anquilosado su ignorancia sobre cómo funcionan los mercados hasta el punto de que sea incapaz de comprender que el pasajero que no esté dispuesto a pagar las nuevas tasas de Spirit por el equipaje de mano puede cambiar a una aerolínea que no los cobre.

Pero la ignorancia no es excusa para la amenaza de LaHood de "presionar a la aerolínea". Washington no "tiene la obligación" de determinar qué tasas debería cobrar Spirit o cualquier empresa privada. En ausencia de pruebas de fraude, robo o coacción, las compañías aéreas deberían ser capaces de cobrar lo que crean que pagará el mercado, libre de intromisiones gubernamentales. La tasa de 30 dólares de Spirit por el uso del compartimento superior puede parecer "indignante" a la gente. Pero que Washington intimide a la aerolínea para que anule el canon –por la sencilla razón de que a algunos pasajeros no les gusta– es un escándalo mayúsculo.

LaHood no es el único empleado vitalicio del sector público que causa polémica con la política de equipajes de mano de Spirit. El senador de Nueva York Charles Schumer rebuzna diciendo que la nueva tasa "es una bofetada a los viajeros", y afirma que el pasajero debería tener el derecho de subir a bordo con el equipaje de mano "sin tener que preocuparse por ser desplumados por la compañía aérea". Firme en su convicción de que todo lo que no le gusta tiene que ser ilegal, Schumer está impulsando una legislación para prohibir a las aerolíneas el cobro de tasas en concepto de equipaje de mano. "Creo que superará el trámite en el Senado y la Cámara igual que un cuchillo caliente atraviesa la mantequilla", predice.

Tal vez lo haga. Pero si Schumer está tan profundamente dolido por que el pasajero sea "desplumado" siempre que coge un avión, ¿por qué nunca ha propuesto eliminar el impuesto de venta de billetes, que añade un 7,5 por ciento al precio de cada vuelo nacional? ¿O los 16,50 dólares con los que grava el Gobierno federal cada salida o llegada internacional? ¿O los 17 en aduanas y costes de inspección que pagan los pasajeros que vuelan con destino a aeropuertos estadounidenses procedentes del extranjero? ¿O los "gastos de instalación del pasajero" (hasta 18 dólares por ida y vuelta)? ¿O la "tarifa del servicio de seguridad" (2,50 dólares por salida)? ¿O la "cuota de espacio" (3,70 dólares por vuelo)? El "desplume" sin tregua del pasajero por parte del Gobierno no quita el sueño al veterano senador de Nueva York. Sólo cuando una empresa privada es la que actúa se le revuelve el estómago y reacciona con aflicción.

Piense un poco más en cómo funciona la realidad: toda línea aérea está cobrando ya por el uso de los compartimentos, igual que cobran por los baños, las mascarillas de oxígeno o las asistentes de vuelo. El coste de esos servicios está integrado en la tarifa que usted paga cuando vuela, y usted paga tanto si hace uso de ello como si no. Lo mismo pasaba antes con las comidas, las almohadas y la gestión de equipajes "gratuitos" que brindaban las compañías aéreas antes de que separaran esos servicios, los volvieran opcionales y empezaran a cobrarlos por separado. Spirit, una compañía de coste hiper-reducido que se autodefine como "la líder del sector de la separación", ha decidido hacer lo mismo en el caso del equipaje de mano, reduciendo simultáneamente su tarifa básica 40 dólares o más en cada vuelo.

Ben Baldanza, presidente de Spirit Airlines, sostiene que obligar a todo pasajero a pagar por el equipaje de mano sería igual que si McDonald's obligara a todos los clientes que compren una hamburguesa a pagar también las patatas. "No todos quieren patatas", dice Baldanza". ¿Por qué todos tienen que pagarlas?".

¿Es buena la estrategia de Spirit? El libre mercado puede responder a esa pregunta más rápido y con mayor precisión que cualquiera de nosotros. Cuanta menos ayuda reciban de grandilocuentes senadores o secretarios de Transporte, mejor les irá a los pasajeros.

En Libre Mercado

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