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José T. Raga

¡Y dale con los ricos!

¿Alguien ha oído en algún momento al presidente decir que ya es hora de que se sacrifiquen los que menos tienen? Yo desde luego no. Pero esa es la realidad y por eso hay que soltar ahora las soflamas de que se sacrifiquen los ricos.

Estoy dispuesto a aceptar ya que este presidente del Gobierno es muy capaz de, si se lo propone, acabar conmigo. Una tarea que hasta ahora no ha sido camino fácil para nadie. Pero es que sus cantinelas reiterativas, cargadas de tufos demagógicos enchufados a ideologías trasnochadas que, por estériles, han sido abandonadas por la práctica totalidad de países, me tienen sobrepasado.

Los discursos de Zapatero ya ni siquiera se pueden sintonizar en la República Popular China (otro eufemismo, pues de popular no tiene nada: se trata pura y llanamente de una oligarquía de partido a la que el pueblo no le quita un minuto de sueño; por eso yo prefiero llamarla simplemente China Comunista). Quizá habría que situarle en Corea del Norte, donde la oligarquía ha quedado reducida a una dictadura hereditaria, aunque tampoco estoy seguro.

Lo que sí tiene en común nuestro presidente con estos países, a los que habría que añadir los casos de Cuba, Venezuela, Bolivia y, qué pena, también la bella y gran Argentina, es que ninguno de sus gobernantes está dispuesto a hacer nada por la nación ni por sus ciudadanos. Esta es la causa de acudir a una medicina tan humillante, de tan bajo nivel, como la demagogia basada en eslóganes y frases manidas, capaces de despertar a mentes atrofiadas, las cuales se adornan, además, de mentiras que mediante gritos pretenden revestir visos de verdad. Una medicina, y no hay más que mirar a los que la han administrado en años recientes, que es un veneno mortal.

Pues ahora, el bueno del señor Zapatero se ha aprendido el estribillo del impuesto que gravará a los ricos. Ni siquiera él mismo se pone de acuerdo en el término a emplear: unas veces se refiere a los ricos en tono amenazante y otras, en el mismo tono, se dirige a los que más tienen. A mí me gustaría preguntarle, pero para que me conteste, si esas filípicas que monta amenazando a los ricos van dirigidas a éstos o, por el contrario, tienen como destinatarios a los pobres; que a esos, sin necesidad de filípicas, ya los ha machacado en sus economías.

La cosa es que si es verdad que cuando habla de ricos se refiere –así lo ha dicho–, a menos del uno por ciento de la población, es más fácil mandarles la perorata por escrito y a sus domicilios pues, éstos, cabe suponer que no son ocupas, ni itinerantes sin paradero, que dificultaría la notificación. Este modo de notificación, además de más eficaz, nos dispensaría a los que no somos ricos de tener que oírle con las náuseas que a algunos nos produce. Bien es verdad que si lo hiciera así, no se enterarían los pobres, que es quizá el último objetivo de los gritos y ademanes amenazantes con los que se prodiga en los últimos tiempos de nerviosismo.

Sea como sea, se puede decir que, por primera vez, la filípica de nuestro presidente es acorde con las decisiones más recientes que salieron de sus manos. En este sentido, es lógico que diga aquello de que ya es hora de que los que más tienen se esfuercen más, que por otro lado no es nada nuevo, pues eso es lo que significa la tarifa progresiva del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, porque en la reforma del IVA que entrará en vigor el día primero de julio, ya se ha encargado el señor presidente de que se esfuercen más los que menos tienen. La única diferencia es que cuando se aprobó esta última no proclamó, ni siquiera en voz baja, que ya era hora de que los que menos tenían se esforzaran más.

La cosa es muy sencilla: me estoy refiriendo al alcance de la modificación del tipo tributario en el Impuesto sobre el Valor Añadido pasando del 16% al 18% (dejo de considerar el tipo reducido por afectar a muy pocos bienes, aunque no contradice lo que digo respecto al tipo ordinario). Y, si se me permite, lo veremos con claridad a través de un ejemplo sacado del mundo real sin necesidad de rebuscar demasiado.

Supongamos dos sujetos o, si se quiere, dos familias, una con una renta de mil euros (las llamadas mileuristas) y la otra con una renta de seis mil euros, ambas mensuales. La primera, naturalmente, dedica íntegramente su renta a consumir bienes, pues aún así, su vida no irá más allá de cubrir necesidades esenciales. La segunda, de los seis mil euros de renta consume tres mil, ahorrando los otros tres mil. Es natural, también que cuanto mayor sea la renta, mayor porcentaje de ésta se dedica al ahorro y menor al consumo. 

Así las cosas, el próximo primero de julio entra en vigor el aumento del tipo tributario, que afectará por desigual a ambas familias, como no podría ser de otro modo. Pero ¿dónde está la desigualdad? Veamos: la familia de los mil euros, pagará veinte euros más por el aumento del IVA de los que pagaba antes, para los mismos consumos, si bien lo que habrá tenido que hacer es sacrificar consumo porque ya gastaba la totalidad de su renta en atención de necesidades primarias. Esos veinte euros de más impuesto sobre su renta disponible anterior (que eran 840 euros, porque 160 los pagaba ya de IVA) suponen un gravamen del 2,44%.

La otra familia, la de los 6.000 euros, habría pagado ya 480 euros de IVA –es decir el 16%, de su consumo– por lo que su renta disponible quedaría en 5.520 euros. La subida de dos puntos en julio, le supondrá un incremento en el pago del impuesto de 60 euros (el dos por ciento sobre 3.000 euros que es el gasto en consumo), por lo que esos sesenta euros de más sobre su renta disponible anterior (5.520 euros) suponen un gravamen del 1,09%.

La conclusión, pues, es que la familia con 6.000 euros de renta pagará en julio un 1,09% de su renta disponible, mientras que la de 1.000 euros, lo hará en un 2,44%. Es decir, el porcentaje en el que se sacrificará la familia pobre, es más del doble de lo que se sacrifica la familia rica. ¿Me han entendido? Supongo que sí.

¿Alguien ha oído en algún momento al presidente decir que ya es hora de que se sacrifiquen los que menos tienen? Yo desde luego no. Pero esa es la realidad y por eso hay que soltar ahora las soflamas de que se sacrifiquen los ricos. ¿Será otro engaño deliberado del presidente? ¿Será un intento de convencer de lo que es falso? La respuesta se la dejo a ustedes.

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