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Más sobre la flotilla del amor

Lo que está alterando sustancialmente la estabilidad regional es la islamización. De Irán se sabía desde la revolución jomeinista en 1979, de Turquía ha sido una sorpresa para muchos que no estaban al corriente de los cambios introducidos por Erdogan.

El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahamud Abbas, alias Abu Mazen –que no parece tener ni autoridad ni nación, dicho sea de paso– ha declarado solemnemente desde su palacio presidencial en Ramala, Cisjordania, que concede la nacionalidad palestina a todos los activistas de la mal llamada flotilla de la libertad. Es de esperar que los tres españoles que disfrutaron de la travesía acepten de inmediato tamaña generosidad, se establezcan allí y puedan disfrutar a sus anchas de la hospitalidad de los "suyos".

De la kefiya que vestían al burka, media poca distancia. Sobre todo cuando hemos conocido en el fin de semana que Irán está dispuesto a enviar barcos de guerra que escolten las próximas embarcaciones que se planteen romper el bloqueo naval de Gaza, para enfrentarse a los israelíes. Turquía también ha dicho lo mismo, lo cual, para un país que pertenece a la OTAN, no deja de ser preocupante.

En todo caso, una vez más se pone de relieve que el problema del Oriente Medio no es principalmente la construcción nacional de un Estado palestino, sino la ola de islamismo radical que contagia toda la región. La intervención armada israelí no viene a cambiar nada en la zona. Lo que está alterando sustancialmente la estabilidad regional es la islamización. De Irán se sabía desde la revolución jomeinista en 1979, de Turquía ha sido una sorpresa para muchos que no estaban al corriente de los cambios paulatinos e irreversibles introducidos por Erdogan sin apenas llamar la atención.

Igualmente hay otro factor novedoso que puede traer inesperadas y muy negativas consecuencias: la campaña internacional para aislar a Israel. Novedoso en cuanto los Estados Unidos de Obama no sólo se han subido al carro de la misma, sino que van decididos a encabezarla. Y no se trata únicamente de la deslegitimación de las políticas israelíes: las decisiones concernientes a Irán del presidente americano, lejos de ahuyentar el espectro de guerra en la región, pueden muy bien hacerla más posible.

Por ejemplo, en su intento de llevarse bien con la Rusia de Putin, Obama ha aceptado dos cosas que se pensaban imposibles: la primera, sacar de la lista de empresas sujetas a restricciones comerciales con Irán a todas aquellas militares y de defensa que desde Rusia negociaban con el régimen de los ayatolás; segundo, aceptar que Rusia entregue los sistemas de defensa aérea S-300 con los cuales una hipotética acción militar aérea israelí será mucho mas compleja y sujeta a fuertes daños. En otras palabras, que Obama merma el efecto de las sanciones de la ONU por un lado, a la vez que hace muy difícil un ataque de Israel por otro.

Pero si uno se pone en los zapatos de Israel y sabe que la eficacia de una posible acción contra el programa nuclear iraní es la resultante de dos factores, su capacidad ofensiva y la capacidad defensiva de Irán, ¿cuál sería su conclusión? Atacar antes que después. De la misma forma que mejor hacerlo antes que cuando se esté sometido a un aislamiento tan feroz como injusto que le tenga atado de pies y manos. Todos los pacifistas de bien y gran corazón deberían pensárselo dos veces antes de seguir promoviendo la imagen de un Israel que debe ser castigado por sus acciones. No sólo es injusto, sino que es estratégicamente contraproducente, y traerá violencia.

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