Menú
Amando de Miguel

Hablar con palabras, jugar con frases

Tengo para mí que estos juegos de las frases hechas, abundantes como son en todos los hispanohablantes, lo son todavía más en los andaluces o los mexicanos. Esas dos sociedades son típicamente señoriales.

Quedamos en que la maravilla del alfabeto nos sirve para componer palabras; con ellas nos entendemos o por lo menos tratamos de entendernos. Pero también construimos frases, a veces, frases hechas, inventadas o por imitación. Con las frases hechas también nos comunicamos, pero nos sirven, además, para cultivar el lado festivo del lenguaje. Si Carlos Herrera empieza de mañana diciendo "ya es lunes", una y otra vez, todos los lunes, nos lanza una ironía, la de qué suerte es dejar de descansar. La frase hecha puede deshacerse, precisamente para introducir ironía. Por ejemplo, uno dice "buenos días"; el otro contesta: "¿cómo buenos, con la que está cayendo?". En ese caso se confunde deliberadamente un deseo ("buenos días nos dé Dios") con el hecho meteorológico o atmosférico de que llueve mucho o hace un exceso de calor. Para evitar esa confusión, Carlos Herrera dice "buenos días, me alegro", pero, si lo repite día tras día, ya no es una frase, es una frase hecha.

Los lingüistas no estudian solo las palabras o las frases sino las frases hechas, las que repetimos por imitación, por costumbre, muchas veces de manera festiva. Un ejemplo, puede ser la obra entera del filólogo de la Universidad de Granada, Juan de Dios Luque. (Su hija ha heredado la especialidad). De Granada tenía que ser, la tierra del chavico o de la mala follá, dicen los otros andaluces. Esas son frases hechas con intención festiva, aunque algunos pueden considerarlas como insultos. Luque llama su ciencia la Fraseología, entendiendo por tal el análisis de las frases hechas, generalmente con intención festiva. Algunas veces son comparaciones dislocadas, como "tiene mugre para parar un tren". En otras ocasiones se trata de errores deliberados con la misma finalidad de dar un aire festivo a la conversación. Así, "corramos un estúpido velo", para deshacer la frase hecha en serio con lo del "tupido velo". Otro ejemplo que añado yo es el de los "leuros", que dice Carlos Herrera, o el de los "fósforos". Todo el mundo entiende que se refiere a los euros o a los fanáticos seguidores del programa. El otro día, en la Feria del Libro, se me acercó un lector para que le firmara un libro. Se presentó así; "Soy un fósforo y un libertario". Es evidente que nada tenía que ver con una cerilla o con un anarquista. Simplemente, el hombre quería decir que seguía a Carlos Herrera y a Libertad Digital.

Juan de Dios Luque se fija mucho en el retorcimiento de los refranes para provocar hilaridad. Por ejemplo, "Dime con quién andas, y, si está buena, me la mandas". O bien, "de la mar, el mero, y de la tierra, el misionero". Se supone que lo asegura un antropófago, lo que hace el dicho todavía más surrealista. El humor surrealista o absurdo es muy típico de los españoles.

                       

Otra salida, para Juan de Dios Luque, es mantener la frase hecha tradicional, pero poniéndola en un contexto literal, lo que produce otra forma de gracia o chiste. Por ejemplo, "en los aviones el tiempo se pasa volando". En casi todos los chistes o comentarios graciosos, el lado festivo se logra con el doble sentido que tienen las palabras.

Tengo para mí que estos juegos de las frases hechas, abundantes como son en todos los hispanohablantes, lo son todavía más en los andaluces o los mexicanos. Esas dos sociedades son típicamente señoriales, con una gran distancia entre los de arriba y los de abajo. Una defensa de esa manifiesta desigualdad es aprender a jugar con los sonidos, las palabras, las frases. Es un acierto que, en la Andalucía tradicional, cuando la huelga estaba prohibida o castigada, se designara como "juerga", que equivale a jolgorio. Así se disimulaba su aspecto violento o incluso trágico. En México a la vitanda política la llaman la "polaca". Es una paronomasia o juego de sonidos. El desprecio más grande que puede dedicar un mexicano a un español es llamarlo "hijo de la gran chingada". Pero la "gran chingada" fue la mujer mexicana y la intérprete de Hernán Cortes, realmente una princesa. Por lo que, genéticamente hablando, los hijos de la gran chingada serían hoy más bien los mexicanos que los españoles. Es la venganza de jugar con las frases hechas. Esos juegos del idioma no indican su decadencia sino su vitalidad.

En Sociedad

    0
    comentarios
    Acceda a los 1 comentarios guardados