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Emilio J. González

Las medallas de ZP

A Zapatero lo único que le importa es poder colgarse la medalla, a ser posible traspasando el coste político de lo que debería hacer el Ejecutivo a otros partidos.

Al presidente Zapatero le gusta mucho colgarse medallas. Le da lo mismo si se las ha ganado por sí solito o si, por el contrario, se trata de aprovecharse del esfuerzo de los demás. Lo importante es apuntarse un tanto, sea cual sea éste. Más o menos, esto es lo que ocurre con la reforma laboral.

El presidente del Gobierno se vanagloria de los mecanismos de flexibilidad para las empresas que, dice, ha introducido el decreto que regula la reforma laboral. Ya está intentando colgarse la medalla. Lo cierto, sin embargo, es que con ese decreto sucede todo lo contrario. De entrada, introduce nuevos mecanismos de rigidez, al exigir no sólo la existencia de comités de empresas en las pymes, sino también que estén representados en ellas los tres principales sindicatos de nuestro país, es decir, CCOO, UGT y USO. ¿Es eso flexibilidad? Para nada, eso no es más que una de las muchas concesiones de última hora que Zapatero ha hecho a los sindicatos para tratar de calmarlos y nada más que eso.

Por lo demás, a Zapatero le sobra tanta cara como le faltan ganas de hacer de verdad la reforma laboral que demanda y necesita este país. El punto fuerte, como bien insistió en el momento de la presentación del decreto el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, se supone que es el abaratamiento del despido cuando la empresa se encuentre en dificultades. Sin embargo, así como el texto detalla hasta la extenuación todo lo referido a los comités de empresa en las pymes, en este punto no dice nada más que generalidades cuando lo que hace falta es una concreción real, por escrito, para que los jueces de lo social puedan juzgar de acuerdo con ella en vez de dejar a su libre interpretación qué se entiende por causas justificadas para que las empresas puedan reducir el coste del despido a 20 días. Textos legales en los que se hace referencia a ese tipo de cosas hay muchos en España, pero no se aplican porque los jueces jamás entran a definir cuáles son esas causas y, por tanto, casi siempre dan la razón al trabajador. Y es que, al final, los juzgados de lo social están para eso, para condenar a las empresas, no para impartir verdaderamente justicia. Con lo cual, la reforma se queda en agua de borrajas.

¿Por qué Zapatero actúa de esta forma, teniendo en cuenta la que le está cayendo a España, así como la gravedad de la situación económica y laboral en nuestro país? Pues muy sencillo. ZP ni cree, ni jamás ha creído, en la reforma del mercado de trabajo, ni tampoco ha querido hacerla nunca. Pero como no tiene más remedio que tratar de tranquilizar al Fondo Monetario Internacional, a la Unión Europea y a los mercados, presenta un texto ambiguo por aquello de ver si cuela, cosa que dudo mucho que vaya a suceder con éste. Pero es que, además, aquí también hay estrategia política y electoral pura y dura. Una de las cosas más impopulares entre los ciudadanos es la posibilidad de abaratar el despido, por mucho que esto resulte del todo punto necesario para poder crear empleo. Para la mayoría de los españolitos de a pie eso significa que pueden perder su trabajo más fácilmente y por menos dinero, sin pararse a pensar en las nefastas consecuencias sobre el empleo que tiene la regulación actual. Y a Zapatero no le gusta hacer nada impopular, incluso aunque pueda acudir a ese latiguillo tan manido en España en los últimos 25 años: más o menos, de que esto "nos lo impone Europa". De hecho, la UE como excusa es algo que ya resulta caduco a estas alturas de la crisis. Aún así, ZP tiene que hacer algo y... ¿qué se le ha ocurrido? Pues presentar un decreto vacío de contenido que dice que se va a tramitar como ley en el Congreso. Ahí es donde está la trampa.

ZP es todo un maestro consumado en aquello de eludir responsabilidades y, por lo que estamos viendo, sigue como siempre. Así es que no se le ha ocurrido nada mejor que pasarle la patata caliente a esos señores diputados que, cada vez en mayor número, le dicen al presidente que deje el cargo en cuanto termine el semestre español al frente de la UE. Con ello, lo que viene a decir es que aquel que quiera de verdad un despido más barato se moje abiertamente, y de una vez por todas, y proponga cuáles serían las cosas que habría que incluir en el decreto para dejar bien claras las causas objetivas por las que una empresa puede despedir con 20 días. Se trata, por tanto, de que ZP eluda esa responsabilidad y se la traspase a quien de verdad pretenda recortar el coste del despido. Que sea él, o ellos, y no el Ejecutivo, quien se enfrente a las iras sindicales –y puede que de una parte de la población– por esta cuestión. Porque a Zapatero lo único que le importa es poder colgarse la medalla, a ser posible traspasando el coste político de lo que debería hacer el Ejecutivo a otros partidos. Sin embargo, en contra de lo que piensa el presidente, esto ni es gobernar ni se le parece lo más mínimo. Y, sin duda, los mercados acabarán por tener en cuenta que ZP sigue en sus trece, mareando la perdiz pero, a la hora de la verdad, sin cambiar nada de lo que tiene que cambiar.

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