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Florentino Portero

El protectorado español

Hace bien Mariano Rajoy en reconocer que se prepara para escenarios distintos, porque no está nada claro que Rodríguez Zapatero pueda soportar los embates que la realidad, que tanto ha hecho por crear, le depara.

Cuentan las crónicas que en las vísperas del Desastre de Cuba los madrileños acudieron con pasmosa tranquilidad a una tarde más de toros, como si nada relevante estuviera en juego, como si su mundo estuviera garantizado. No fue algo excepcional. Los historiadores chocan, una y otra vez, con ejemplos semejantes de insensatez colectiva. ¿Cómo explicar la alegría liberadora con la que los jóvenes europeos fueron a la I Guerra Mundial, esa guerrita que iba a ser tan breve como resolutiva? El paisaje urbano de nuestras ciudades a primeras horas de la tarde del miércoles pasado es un ejemplo más de esa tendencia del ser humano a no querer ver aquello para lo que no tiene, o no quiere tener, respuesta.

Después de más de treinta años de practicar una diplomacia dirigida a "situar a España en el puesto que le corresponde" nos encontramos en el umbral de que se establezca en nuestro país algo parecido a un "protectorado económico", por el que el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea impondrán un ajuste económico a cambio de una garantía de financiación. Es el fracaso de una nación que, tras conquistar posición y prestigio, se ha comportado de forma irresponsable hasta sufrir finalmente una crisis de solvencia que pone en peligro la propia pervivencia del euro.

La crisis a la que tenemos que hacer frente es grave y compleja. Grave porque supone ajustar nuestra capacidad económica a la realidad, lo que implica reconocer que nuestro nivel de vida bajará, que nuestras pensiones se reducirán, que nuestra Sanidad no podrá mantener sus prestaciones... Estamos endeudados y en paro, una encrucijada de difícil salida que requerirá liderazgo y energía. Compleja porque se combinan planos distintos. Hay una crisis económica general con perfiles propios en cada país; el proceso de integración europeo ha embarrancado; la viabilidad del euro no está asegurada; el modelo de administración autonómica y local es insostenible; y, por último, tenemos el peor de los gobiernos que imaginarse pueda.

Nuestra irresponsabilidad, no sólo la de nuestro presidente, nos ha llevado a donde tristemente nos encontramos. Vamos a perder el control de nuestra política económica, pero eso no resuelve todos nuestros problemas. ¿Quién va a dirigir el ajuste? El Partido Socialista tiene mayoría en la Cámara y no hay elecciones generales previstas hasta dentro de dos años. Esto nos plantea a algunas preguntas básicas: ¿será Rodríguez Zapatero capaz de llevar adelante el ajuste que se nos va a imponer? A la vista de lo que le ha costado la pequeña reforma del mercado laboral podemos dudarlo: ¿tendrá la visión, la disposición y el apoyo parlamentario suficiente para dirigir la reforma del estado autonómico? Es poco probable. ¿Podrá nuestro presidente soportar las fortísimas tensiones que tanto el Gobierno como la sociedad van a sufrir en los próximos meses: derrumbes bursátiles, debacles electorales, pérdida de confianza popular? No le será fácil. ¿Aceptarán los "notables" socialistas un guión que les aboca a la autodestrucción en dos años? Puede ser.

Cualquiera puede comprender la estrategia seguida por el Partido Popular, tendente a forzar al actual Gobierno –primer pero no único responsable de la crisis en la que nos encontramos– a sacarnos del callejón en que nos ha metido, cociéndose de paso en su propia salsa. No es éste momento para convocar elecciones generales, ni la agenda política lo facilita ni la coyuntura aconseja más demagogia. Es tiempo de aprobar medidas drásticas para reanimar una economía seriamente dañada y quién mejor que un presidente amortizado. Una política con resabios del Antiguo Testamento pero que puede verse, como tantas otras cosas, desbordada por la riada que se nos viene encima. Hace bien Mariano Rajoy en reconocer que se prepara para escenarios distintos, porque no está nada claro que Rodríguez Zapatero pueda soportar los embates que la realidad, que tanto ha hecho por crear, le depara. Pero prepararse es mucho más que mentalizarse, condición previa pero insuficiente. ¿Tiene el PP un plan para reformar la España de las autonomías, a cuya quiebra ha colaborado como el resto de las fuerzas políticas? ¿Están dispuestos a asumir la impopularidad de aplicar un ajuste drástico al dictado de entidades extranjeras? ¿Han elaborado un discurso para dirigirse a la sociedad y explicar la política que tendrán que hacer? A la vista del populismo neo-peronista del que vienen haciendo gala los portavoces de Génova no tenemos por qué ser optimistas.

El tiempo vuela y el momento de la verdad puede estar a la vuelta de la esquina.

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