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EDITORIAL

Subir impuestos no es la única política económica posible

Los datos de la Comunidad de Madrid contrastan incluso con respecto al dispendio practicado por otros compañeros de partido, como Gallardón, quien incrementó la deuda de la ciudad en 600 millones de euros sólo en el primer trimestre de 2010.

A principios de los 90, en plena devastación económica de España, el PSOE trató de convencernos de que debíamos aceptar con resignación las calamidades del paro, el déficit, la inflación o las subidas de impuestos y de que, sobre todo, no debíamos atribuírselas a la excelente gestión de su Gabinete, pues ésta era "la única política económica posible". Poco después, Aznar ganó las elecciones y demostró la rotunda falsedad de esa letanía con la que los socialistas nos habían martilleado a diario desde sus televisiones públicas y privadas.

La victoria de Aznar puso de manifiesto que el déficit puede reducirse no subiendo los impuestos, sino bajándolos y controlando el gasto; que los derechos de los trabajadores se defendían no condenándoles al desempleo crónico, sino liberalizando los mercados para que los empresarios puedan contratarlos; que la inflación no es una enfermedad endémica de la economía española, sino sólo el fruto de las manipulaciones crediticias que perpetraba el Gobierno a través de su banco central.

El giro de la política económica hacia posiciones más ortodoxas, sensatas y liberales inauguró una de las mayores etapas de crecimiento de nuestra historia y, además, cambió el centro de la discusión política en nuestro país: la cuestión no era si había que subir o bajar los impuestos, sino cuánto había que reducirlos; la duda ya no residía en si el déficit público era o no positivo, sino a qué velocidad había que alcanzarlo y sustituirlo por un superávit. Incluso Zapatero afirmó aquello de que "bajar impuestos es de izquierdas" y proclamó a los cuatro vientos las virtudes del superávit que se produjo durante la primera legislatura. La única política económica posible llegó a ser la de bajar impuestos y cuadrar las cuentas públicas.

Hoy, a raíz del discurso populista y demagógico que la izquierda y cierta derecha han tejido en torno a la crisis económica, estamos volviendo a cometer los mismos errores del pasado y la izquierda, que algo sabe de arruinar sociedades y someterlas a un pesadísimo yugo fiscal, vuelve a subir los impuestos como si fuera "la única política económica posible". Lo hemos visto de momento con el incremento del IVA, del impuesto sobre ganancias patrimoniales y del IRPF en numerosas comunidades socialistas como Andalucía, Asturias, Extremadura o Cataluña. En Madrid, Tomás Gómez reiteró ayer domingo que pretendía hacer lo mismo si finalmente fuese elegido candidato a la presidencia de la comunidad y ganase las elecciones.

Pero, paradójicamente, Madrid es la comunidad que menos necesidad tiene de reducir su déficit gracias a que el Gobierno regional de Esperanza Aguirre ha seguido una política económica que continúa la que implementó Aznar para toda España. Habiendo rebajado el tramo autonómico del IRPF y suprimido de facto varios otros tributos como el de sucesiones, la de Madrid es la comunidad con menor déficit público según publicó recientemente el Banco de España: en el último año, su desequilibrio presupuestario sólo fue del 0,5% del PIB regional. Esta aceptable cifra contrasta, no ya con el déficit de la Administración Central (superior al 9%), sino con el de otras comunidades como Canarias o Castilla-La Mancha (por encima del 4,5%) o Cataluña y Andalucía (superiores al 2%). De hecho, el dato sobresale incluso con respecto al dispendio practicado por otros compañeros de su partido, como, de manera paradigmática, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, quien incrementó la deuda de la ciudad en más de 600 millones de euros sólo en el primer trimestre de 2010.

Claramente, España debe optar por uno de los dos modelos: o la socialdemocracia que sólo nos conduce a más déficit, mayores impuestos, más paro y menores estándares de vida; o las reformas liberales que pasan por reducir el déficit, los impuestos, el desempleo y la pobreza. Pero antes, el PP de Rajoy también debe elegir el suyo: o se decanta por el populismo socialista tan del gusto de Gallardón y otros dirigentes populares manirrotos, o por los planteamientos liberales de Aguirre, Aznar y también en otro momento, es de suponer, del propio Rajoy.

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