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Ignacio Moncada

El falso debate entre austeridad y crecimiento

Es cierto que la economía va a sufrir una recaída a corto plazo por los recortes de sueldos y pensiones. Pero es falso que si se siguiera inflando el déficit público la economía crecería. Al contrario, podría colapsar.

Una de las aportaciones más citadas del pensamiento liberal no se escribió en el cuerpo de un libro, sino en su dedicatoria. Es al abrir Camino de Servidumbre, de Hayek, cuando al lector le asalta esa greguería consagrada que advierte de la soledad política que ha de sufrir todo liberal: "A los socialistas de todos los partidos", dice. Para entender la economía es necesario comprender los mecanismos de la política, y Hayek escribió su mejor tesis al respecto en siete palabras. Aunque los hechos den la razón al liberal, la potencia de las emociones seguirá avivando el colectivismo subconsciente en todos los rincones de una sociedad, creando la sensación de que en la opinión pública domina un pensamiento único.

Esa voz dominante se manifiesta en forma de editoriales y opiniones para tratar de vestir con la razón el incoherente viraje económico que ha emprendido, entre otros, Rodríguez Zapatero. Diversos medios han publicado recientemente que España, así como otros países europeos, se enfrentan a la dura elección entre la austeridad y el crecimiento económico. Dicen que si se aplican agresivas medidas contra el déficit público, la economía se contraerá. Sin embargo, el debate está mal planteado. Es cierto que la economía va a sufrir una recaída a corto plazo por los recortes de sueldos y pensiones. Pero es falso que si se siguiera inflando el déficit público la economía crecería. Al contrario. Si no se abordaran importantes recortes de gasto público y se redujera el déficit, la economía podría colapsar.

El pensamiento único se plantea esta falsa disyuntiva por inercia. Lleva mucho tiempo sosteniendo que sólo se podía salir de la crisis por el camino keynesiano alumbrado por Paul Krugman, que afirmó que había que aumentar el gasto público "sin preocuparse por el déficit". Olvidó pensar de dónde se sacaría ese dinero. Los gobiernos se lanzaron a gastar miles de millones de euros en ocurrencias inútiles, y ahora nos encontramos que el final de ese camino es un callejón sin salida. Hemos estado inyectando aire en una burbuja pinchada. Los políticos han gastado dinero imaginario, que no existía. Sabían que la cuenta se pagaría con extracciones futuras de pensiones, salarios de empleados públicos, ayudas a discapacitados, nóminas de trabajadores y ahorros de la clase media. O sea, con el dinero de todos.

La situación actual vuelve a demoler la teoría keynesiana, que lo único que ha conseguido es empobrecer a la población y dejar a la economía al borde de la quiebra. Un editorial reciente de El País titulado Reajuste o reactivación resume a la perfección la confusión de quienes querían una salida keynesiana de la crisis. Decía el texto que sólo saldremos del "círculo perverso" en el que andamos metidos si "frente a los mercados se erige un poder político igual o superior". A este asidero intelectual sólo podrán agarrarse los adoradores del pensamiento único, que se niegan a entender lo que este fracaso político nos ha enseñado.

El mercado no es un oscuro y conspirador poder, sino el resultado de millones de decisiones descentralizadas que manifiestan sus prioridades a la hora de consumir y de invertir. No es un ente susceptible de ser dominado. Hasta que no lo comprendamos seguiremos enredados en el falso debate entre austeridad y crecimiento, abrasados por políticas equivocadas y sumidos en la crisis. Si continuamos empeñados en ahuyentar a los inversores evitando aplicar contundentes medidas de austeridad, tampoco tendremos crecimiento.

En Libre Mercado

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