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Eva Miquel Subías

Candidaturas de franquicia

Los asesores de comunicación han descubierto que si no tienes un libro publicado y no apareces mostrando tu ingenio y simpatía por la calle cuando los micrófonos salen a la caza de la declaración de la semana, eres algo parecido a una piltrafilla.

Lisboa tiene los ojos de Sinéad O´Connor; sus cejas, sin embargo, son rotundas como las de Antonia dell´Atte. Portugal no le sienta bien a mi ciclotimia ni sus calles adoquinadas a mis zapatos, pero me gusta. Y allí me encontraba a la muerte de Saramago. La ciudad, más callada de lo habitual.

Leo emotivos obituarios, extensas crónicas, algunas desmesuradas, otras –las menos– las que resaltan su maestría como escritor, diferenciando ésta de su faceta de pensador, que deja bastante que desear. Lo suscribo.

Regreso a Madrid, donde nadie se extraña por la presentación diaria de algún libro, pero esta semana han coincidido en el tiempo la promoción de los ejemplares de Artur Mas y Alicia Sánchez Camacho, candidatos ambos a la presidencia de la Generalitat de Cataluña en unos pocos meses, donde la pre-campaña ha arrancado hace tiempo con las espeluznantes vuvuzelas de fondo. Y condenados a entenderse, me temo.

Descobrint Montilla se presentó en sociedad coincidiendo con la jornada de Sant Jordi, una biografía en forma de entrevista donde el periodista Gabriel Pernau relata la trayectoria del actual president desde que nace en Iznájar hasta que llega al cim, o sea, a la Generalitat. Apasionante. Cabe apuntar que La màscara del Rei Artur, escrito por Pilar Rahola, ganó por goleada abriéndose paso entre tanta rosa. No sabemos si será un avance de la pasarela política del próximo otoño. Veremos.

Observen también cómo a medida que la época estival se acerca, los políticos que tienen alguna campaña electoral que afrontar a corto plazo, aumentan sus apariciones en programas de televisión de todo tipo, algunos de ellos ignorados y repudiados con anterioridad. Me refiero a los programas, claro. Así, los zapping están que arden con apariciones de los diferentes candidatos, lo más estudiadamente espontáneas posible para mostrar una imagen más humana, así, como más guay.

Ahora, al parecer, los asesores de comunicación han descubierto que si no tienes un libro publicado y no apareces mostrando tu ingenio y simpatía por la calle cuando los micrófonos salen a la caza de la declaración de la semana, eres algo parecido a una piltrafilla. Pero deberían advertirles que cuando todos hacen exactamente lo mismo en idénticos tiempos, el tono que adquiere comienza a rozar lo ridículo.

Y claro, aquí no tenemos ni a Oprah Winfrey ni a Jay Leno para echarles una mano telegénica, con lo bien que les vendría.

En este mundo globalizado en que vivimos, donde da igual si te encuentras en Via Frattina de Roma que en Omotesando de Tokio, ya que –salvo algunas gloriosas excepciones– puedes adquirir exactamente el mismo producto, pasando la personalidad de cada territorio a mejor vida gracias a las miles de franquicias repartidas por todos los continentes, no hay ámbito que escape a ello. Ni el político, claro.

Pero, qué quieren que les diga, puestos a ello, los anglosajones tienen más gracia. Así, vemos a un Barack Obama perdiendo popularidad al mismo ritmo que avanza el chapapote por las aguas del Golfo de Mexico, con su impecable sonrisa resistiendo gracias a casi la mitad de la población que todavía cree en "sus firmes cualidades de liderazgo". Un descenso de 8 puntos con respecto a comienzos de año pero que más de uno en España entregaría su alma para obtener el mismo resultado.

Y pocas horas después podemos ver al presidente de los Estados Unidos almorzar con el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev –tras una reunión en la que trataron temas no precisamente baladíes como los programas nucleares de Irán y Corea del Norte– en mangas de camisa y con gotitas de aceite de la cebolla pochada rezumando de sendas hamburguesas. Esta estampa a tan sólo unas horas del comienzo de la cumbre G-8 y del G-20 en Canadá, donde se han dado cita las principales economías a escala mundial.

Veremos si vuelven a cazarle los malvados fotógrafos en alguna instantánea como la de la pasada cumbre del G-8 en Italia, en la que fuimos testigos de cómo observaba las nalgas de una asistente brasileña ante la atenta y picarona mirada de Sarkozy. Eso lo sabremos si en un espacio de tiempo breve vuelve a Ray´s Hell Burgers, solo o en compañía de su vice, Joe Biden, para degustar algún emparedado de carne picada que equilibre los índices de popularidad del momento. Y es que ya sabemos que una imagen vale más que un centenar de cumbres.

Aunque mucho están tardando los nuestros en lanzarse a por el pincho de tortilla. Por cierto, puestos a recomendar, deberían acercarse a La Ardosa. Imbatible.

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