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Jaime de Piniés

Un reforma a medias de las cajas de ahorro

El gran talón de Aquiles de esta reforma, al que desde luego hay que reconocer una cierta buena inclinación, es que la decisión para dar el paso decisivo y, por ejemplo optar por la modalidad 4, queda en manos de los actuales consejos de administración.

Hace unos meses, al inicio de esta columna, en un análisis sobre el futuro de las cajas de ahorro, indicaba la no predisposición de los dos partidos políticos mayoritarios por profesionalizar y despolitizar las entidades. Medidas de tal orden llevan implícitamente un auto-recorte de poder para los propios políticos que hasta la fecha hacen y deshacen a voluntad en dichas cajas. Pues bien, mediante un real decreto ley aprobado el pasado viernes y pactado entre los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, se ha logrado reformar la ley de las cajas de ahorro. Reforma que apunta hacia una mayor profesionalización y hacia una despolitización de las cajas. Por fin, ¡albricias! 

Pero, tal y como se nos ha presentado, dicha reforma dista mucho de ser la que necesitamos pues aunque amaga cambios, no remata y existe una altísima probabilidad de que las cosas sigan exactamente como están. Veamos por qué.

En principio, es cierto que con el cambio legislativo introducido se prohíbe la entrada en los órganos de gobierno de las cajas a los altos cargos o funcionarios de las comunidades autónomas y, también, es cierto que más de la mitad de los miembros del consejo de administración deberán acreditar conocimientos profesionales para el puesto. Es evidente, estas medidas van en la buena dirección para la profesionalización de las cajas de ahorro. Pero la propia ley de reforma concede un periodo transitorio de tres largos años para la salida de cargos autonómicos, concejales o diputados. Seamos serios, tres años es una eternidad para la banca en los años que corren. 

Ahora bien, el gran cambio introducido en este decreto ley es que, a partir de ahora, cada caja si cuenta con el voto de dos tercios de su consejo de administración, podrá optar por un rosario de modelos distintos para realizar sus cometidos. Modalidad 1, podrá mantenerse como el tipo de caja conocido hasta la fecha, pero con la novedad de que el 50% de las cuotas participativas podrían ser controladas por un solo inversor privado con voz y voto. Modalidad 2, podrá unirse mediante una fusión fría con otras cajas avalándose del Sistema Institucional de Protección (SIP). Modalidad 3, podrá ceder su negocio financiero a un banco pero manteniendo su condición de caja y el control del conjunto de la entidad en manos de los actuales dueños (políticos e impostores). Modalidad 4, podrá convertirse en una fundación cediendo más del 50% del capital a socios privados, lo que de facto significa que los dueños actuales perderían el control y se pasaría a una privatización parcial.

Esta última posibilidad es la que despierta mayor interés pues transformaría las cajas en bancos, dirigiendo la obra social mediante una fundación. De hecho, este último modelo supone la solución que muchos clamábamos: convertir las cajas en sociedades anónimas para que con ello concurrir tanto en las mismas vías de financiación como en las mismas exigencias financieras (tuteladas por el Banco de España, código de buen gobierno, disciplina de mercado) que la banca.

Pero el gran talón de Aquiles de esta reforma, al que desde luego hay que reconocer una cierta buena inclinación, es que la decisión para dar el paso decisivo y, por ejemplo optar por la modalidad 4, queda en manos de los actuales consejos de administración, es decir, en manos de los políticos para que ellos mismos vayan haciéndose el harikiri. Dicho así, parece mucho pedir y, por ello cuesta mucho imaginarse que las cosas vayan a cambiar en los próximos años. 

Aceptemos, pues, lo que si se ha logrado entre el partido gobernante y el partido mayoritario, crear una tímida vía de intenciones para la transformación de las cajas en entidades financieras que puedan velar por si mismas y que estén sujetas a la disciplina del mercado. La garantía para que tenga lugar es lo que ha quedado desgraciadamente en el aire.

Y es que siendo realistas, todos nos hubiéramos sorprendido si el PP y el PSOE hubieran dado un paso decisivo para despolitizar las cajas de ahorro de golpe, ahora que están en su momento de más debilidad y a todas luces necesario. Eso supondría la voluntad de estos dos partidos mayoritarios por atender los intereses de los ciudadanos y no los propios suyos. Es un dato más que queda perfectamente en evidencia por el apaño de la reforma de las cajas de ahorro y que se suma a la necesidad de que los ciudadanos juzguen quiénes gestionan sus intereses. Porque los españoles mayoritariamente quieren avanzar como la selección española de futbol y que sus gestores les sepan guiar como lo ha hecho Vicente del Bosque. ¡Enhorabuena a ellos que lo han conseguido!

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