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Eva Miquel Subías

La administración de la verdad

Cierto. Trinidad Jiménez es mejor candidata que Tomás Gómez. Pero este hecho no será relevante. Lo que de verdad va a importar es la batalla que va a producirse en Madrid entre zapateristas y opositores.

Cada año me sucede lo mismo. Regreso a España con el firme propósito de no dejarme arrastrar por el ritmo que marcan nuestros asuntos más domésticos, de procurar pensar y escribir sobre cuestiones más políticamente estimulantes y universales. Vamos, de no dejarme llevar por el pepiñocentrismo, tan en auge en nuestro país. Pero no hay manera. Y es que en el fondo me va.

Ahora que Michelle Obama ha puesto fin a su boloespañol con el toque flúor en el look de la niña, ha empezado el suyo Doña Trinidad Jiménez. Aunque les diré algo, la segunda, a diferencia de la primera, me cae simpática. O me caía. Les cuento.

Ante el anuncio de Tomás Gómez, es decir, del secretario general del Partido Socialista de Madrid, de presentarse a unas elecciones primarias en el seno de su partido y por lo tanto de no ceder a la presión de José Luis Rodríguez Zapatero para que se dedicara a otros asuntos, muchos se han lanzado al malherido ruedo para alabar las virtudes de la democracia interna partidista disfrazada de proceso electoral.

Les diré de antemano que, sobre el papel, me encanta la idea, tanto o más como que en España pudiéramos gozar de listas abiertas. Pero la realidad es que, con procedimientos electivos o no, siempre hay algún dedo poderoso que marca el camino cuyos votantes o compromisarios deben seguir. ¿O es que alguien todavía puede creer, a estas alturas, que un militante socialista o popular vota a su líder pensando en el futuro y bienestar de su ciudad, su comunidad o su país? Pues lamento tener que escribir que la mayoría de ellos y me refiero fundamentalmente a los que se encuentran en primera línea de batalla, lo hacen pensando en sus propios intereses, en sus afinidades personales, en su idea de cómo les puede ir a ellos en función de si gana uno u otro. Y punto.

Algo similar ocurre con las conocidas cuotas femeninas en los partidos. Los socialistas las imponen; así lo hacen saber y lo llevan a la práctica. Los populares, sin embargo, dicen no creer en ellas aunque de todos sea sabido que no hay una cuota formal pero sí su espíritu, que planea omnipresente. Y así estamos. Todos jugando a ver quién es más democrático en su partido cuando a nadie se les escapa que el voto que más cuenta, el que te da la victoria, es la fuerza arrolladora del "aparato" envuelto en un cada vez más mejorado packaging.

En Madrid, sin embargo, se va a producir un duelo interesante. Y vuelvo a la ministra de Sanidad. Jiménez ya ha anunciado que va a disputar la candidatura socialista a la Comunidad de Madrid al ex alcalde de Parla. Lo ha hecho acompañada de su espléndida sonrisa. La misma que demostraba su ilusión hace unos años cuando, a cuestas con su famosa cazadora de cuero gris antracita, mitineaba por los barrios de Madrid. La misma con la que acogía en su casa al que posteriormente se convertiría en presidente del Gobierno y al denominado núcleo duro de entonces, ahora ya resquebrajado. Y la misma con la que resistió como jefa de la oposición en el ayuntamiento de la capital hasta que su líder la reclamó para menesteres gubernamentales, sin duda, mucho más apasionantes.

Esa Trinidad me caía bien. Tenía un punto de ingenuidad en sus apariciones, mucho antes de profesionalizarse, que me resultaba simpático. Persona trabajadora, actual, cuidadosa en la forma, inteligente y en su conjunto, una mujer atractiva. Pero esa sonrisa no podía ocultar esta misma semana la falsedad con la que se ha presentado ante los numerosos micrófonos que la esperaban a las puertas de su despacho oficial. Y todo para contentar a quien no dudará en dejarla caer cuando lo crea conveniente. Puede, si no, ir tomando nota de Jordi Sevilla, de Jesús Caldera o de Pascual Maragall.

Miente cuando dice que nadie se lo ha pedido y miente también cuando aparenta ilusión por el proyecto. No miente, por otro lado, cuando dice tener más opciones que Tomás Gómez de obtener mejores resultados en su lucha por la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Cierto. Trinidad Jiménez es mejor candidata que Tomás Gómez. Pero este hecho no será relevante. Lo que de verdad va a importar es la batalla que va a producirse en Madrid entre zapateristas y opositores. Alguien hasta ahora tan anodino para una servidora como el actual líder de los socialistas madrileños, aunque haya demostrado un arrojo que confieso me ha gustado, pasará a convertirse en la herramienta perfecta que muchos utilizarán en forma de colleja contra los chicos de Ferraz.

En cuanto a la gran aportación de los muchachos del turno estival del Partido Popular pidiendo la dimisión de la ministra, prefiero obviarla. Y en cuanto a la habitual y despenalizada costumbre de nuestros políticos de mentir una y otra vez sin la más mínima consecuencia, da para otra columna enterita.

Recuerdo a un amigo al que al recriminarle una falsedad me contestó: no, Eva, no te equivoques, yo nunca miento, simplemente administro la verdad. Lo mismo a lo que nos tienen habituados nuestros públicos representantes. Y ya sabemos cómo van algunos en materia de administración. Aunque, mientras, nos tendrán entretenidos.

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