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Pablo Molina

Porque ella lo vale

Es el momento de los niños de papá criados a los pechos del partido que no conocen otra realidad fuera de sus estructuras.

Todo es susceptible de empeorar. Con Zapatero, además, la simple posibilidad se convierte en un imperativo, porque el vallisoletano criado en León no ha llegado a la política para gestionar eficazmente los asuntos públicos aplicando la técnica administrativa, sino para llevar a la práctica una revolución social que perdure a lo largo de varias generaciones.

Él mismo lo ha dicho. A diferencia del guerrista, el socialismo de ZP no aspira sólo a dejar España irreconocible para su progenitor B. Su objetivo es convertir al país en un centro experimental del "progresismo" aunque la factura de su empeño perdure en el tiempo con consecuencias irremediables. Zapatero quiere poner en práctica un orden social que, hasta que llegó al poder, sólo figuraba en las páginas de los experimentos fracasados de la Historia, pero a él le da exactamente igual. Como buen adolescente intelectual, las consecuencias de sus acciones le traen sin cuidado.

Su decisión de sustituir a Trinidad Jiménez por Bibiana Aído (Aídolf, según los lectores de este periódico, siempre tan incisivos), cediéndole la parte mollar de las competencias del llamado "estado del bienestar", sólo se explica en función de criterios ideológicos y, en esa tesitura, la elección de la ex directora de la oficina andaluza de flamenco es plenamente consecuente.

Zapatero no quiere a su lado gestores eficientes sino fanáticos ideológicos y Bibiana Aídolf es el ser vivo que mejor se amolda a las exigencias presidenciales. Sin la menor idea de cuáles son las instituciones espontáneas que permiten a las sociedades avanzar en el proceso interminable de la civilización, Aídolf es la elección perfecta para el plan de Zapatero. Si hay alguien capaz de convertir a los españoles en votantes mayoritarios de un extremista como su jefe, esa es Bibiana.

Bibiana Aídolf no podría ser ministra de ningún país medianamente serio, pero es la superministra perfecta para la España de Zapatero. Ella, como su jefe, asume toda la basura doctrinal emergente tras la caída del muro de Berlín, en la convicción de que es la mejor manera de que el socialismo siga dirigiendo la existencia del mayor número posible de víctimas potenciales.

Su tarjeta de presentación, a estos efectos, es difícilmente mejorable, porque convertir un delito con atenuantes como el aborto en un derecho "humano" no está al alcance de cualquiera. Aídolf lo ha conseguido, y de ahí a perfeccionar la técnica del doctor Montes para convertir la eutanasia en una obligación respecto a los octogenarios con problemas de próstata sólo hay un paso que la chiquilla es muy capaz de recorrer.

Si Zapatero lleva a cabo la remodelación ministerial con que amenazan los fontaneros de Moncloa habrá hecho una elección inmejorable. Bibiana es una creyente practicante de la ortodoxia zapateril y, en tiempos difíciles, los líderes tienen que rodearse de servidores tan fanáticos como ellos mismos. Es el momento de los niños de papá criados a los pechos del partido que no conocen otra realidad fuera de sus estructuras. Como Bibiana Aído o Aídolf. Porque ella lo vale. Vaya que sí.

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