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Jaime de Piniés

Cuando los españoles lo hacemos bien

Sorprende el contraste entre un sector privado situado en la primera fila de competencia a escala mundial y un sector público incapaz de gobernarse y que ha tenido que ser intervenido para gestionarse desde fuera.

La reciente hazaña de nuestra selección dirigida por Vicente del Bosque nos muestra una España capaz de alcanzar las cimas más elevadas del deporte mundial. El extranjero es un medio duro, muy duro, pero que distingue fácilmente idiosincrasias particulares en la procedencia de las personas. Esto es un hecho que cualquier persona que haya pasado tiempo fuera de su país sabe a lo que me refiero. Tradicionalmente, a los españoles en el extranjero se nos conoce por ser muy buenos trabajadores; serios, responsables y esforzados. Y esto se ha traducido en muy buenos éxitos a lo largo del tiempo y en todos los sectores. Sirva de muestra un simple viaje por el metro de Nueva York, donde la mayoría de los techos que cubren el entramado de túneles y estaciones son obra de Rafael Guastavino, un valenciano que llegó a la gran manzana en el año 1881 procedente de Barcelona. Él fue quien introdujo la bóveda catalana, denominada "Guastavino tile", sistema estructural eficiente donde los haya, y mediante el cual se han construido cientos de los edificios más emblemáticos de los EEUU.

Sorprende cuando se habla con los americanos que mencionen el contraste abismal que existe entre lo bien gestionadas y competitivas que son ciertas empresas españolas como el Banco Santander, BBVA e Iberdrola, todas ellas con una presencia importante en Norteamérica, con un Gobierno que llegó casi a dejar quebrar al Estado español el pasado mes de mayo, con todo lo que hubiera supuesto a escala mundial, de no haber mediado un plan europeo de rescate de más de 750.000 millones de euros y la imposición de un ajuste nacional, que sin ser suficiente, al menos va en la dirección oportuna. Es decir, un sector privado situado en la primera fila de competencia a escala mundial y un sector público incapaz de gobernarse y que ha tenido que ser intervenido para gestionarse desde fuera, al menos en los aspectos de más calado económico. Porque, no nos llamemos a engaño, esto es lo que ha pasado y desde fuera así se interpreta.

Tampoco sorprende el shock a nivel mundial que supuso para el sector renovable el que nuestro gobierno replegara velas en las costosísimas subvenciones al sector solar. La apuesta del Gobierno español por este tipo de energía, la solar, llegó a representar en el año 2008 la mitad de las nuevas instalaciones solares en términos de potencia en el mundo. Obviamente, la medida de cortar las subvenciones supuso que empresas chinas como Yigli Green Energy Holding Company, productor de componentes para la energía solar, viera caer sus ventas en más de un 40% en el primer trimestre. Pero lo mismo ocurrió con otras compañías también chinas, alemanas y noruegas que dependían de la demanda española.

La Administración de Obama que en un principio veía en España un país digno de ser emulado en el impulso de un sector renovable moderno y pujante, ahora lo contempla como un país errático que no ha sabido ni gestionar ni controlar la implantación de esta energía solar lo que ha provocado una burbuja especulativa con nefastas consecuencias para todo el sector renovable a nivel mundial. La lección que se extrae es que las políticas energéticas tienen que plantearse a largo plazo, controlarse y que derroches en cualquier sentido, atentan contra la eficiencia productiva y sólo llevan a ciclos de auge y derrumbe que minan el interés inversor.

Sin embargo, existe un sector energético, el eólico, en el que los resultados son un ejemplo de buena trayectoria. Aquí empresas españolas como Iberdrola y Gamesa supieron sacar ventaja de los primeros subsidios públicos, poner en marcha el sistema de molinos, hacerlos rentables para no necesitar más ayuda pública y convertirse en líderes mundiales con una fuerte implantación en los EE.UU. Estas empresas sí han sabido erguirse como campeones mundiales en el sector eólico. Ahora bien, estas empresas están en el proceso de implantación a largo plazo y es ahora cuando las necesidades locales de un país tan enorme como los EE.UU cobran carta de naturaleza y tienen que afrontarse. Ahí reside el siguiente reto de estas compañías. Es la única forma de consolidar el éxito e imbricarse en el entramado estructural americano, tal y como lo hizo en su día la bóveda catalana.

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